El suicidio, un tema tabú

Durante los dos años de pandemia, el problema de las enfermedades mentales y del suicidio se ha incrementado, debido al aislamiento social, a las carencias de muchas familias y a la falta de especialistas. En 2021, según el INE, más de 4.000 personas se suicidaron en España (un tercio de ellas, adolescentes y jóvenes). Además, 200 lo intentaron cada día. De los fallecidos, el 75% eran hombres y el resto mujeres. El Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha un teléfono nacional, el 024, para atención a la conducta suicida, y en sus seis primeros meses de vida ha recibido 50.000 llamadas, unas 330 al día, aunque es necesario un Plan de Prevención del Suicidio en nuestra comunidad autónoma, como lo hay ya en otros territorios. En la provincia de Granada, cada tres días, según datos del INE de 2022, se produce un suicidio. En los seis primeros meses de ese año se suicidaron 56 personas (46 hombres y 10 mujeres).

Según Miguel Guerrero, psicólogo clínico del SAS, para prevenir el suicidio hay que sensibilizar a la ciudadanía; mitigar las causas del malestar que lo produce, como el desempleo o la desigualdad; impartir una educación socioemocional en la escuela, especialmente afrontando el 'bullying'; prevención selectiva, dirigida a los más vulnerables; y elaborar programas de psicoterapia para los que han intentado suicidarse.

El profesor de la EASP José Luis Bimbela, ilustre doctor en Psicología, en su libro 'Vosotros no tenéis la culpa' narra su intento de suicidio en 2009, por un dolor terrible de espalda, que lo imposibilitaba para muchas cosas, ayudando así a los que pudieran tener ideas suicidas, que no siempre coinciden con los que padecen una enfermedad mental. «Me centré, afirma, en lo que no podía hacer y me sentía viejo e inútil». El mal de su espalda inundó su alma, con ansias destructivas. Dejó de relacionarse, y se centró solo en su dolor. Empezó a escribir una carta de despedida a sus padres, para liberarlos de la culpa por su muerte. Pero no acertaba con las palabras. Consciente del daño que les haría, pospuso el suicidio hasta que ellos murieran. Puesto que tenía que seguir viviendo, decidió cuidarse más: bebía menos, comía mejor, nadaba, escribía y se relacionaba. Hoy es un hombre feliz, aunque le sigue doliendo la espalda. En cuanto a su dolencia, «ningún dolor es una bendición, afirma, aunque sí es una verdadera bendición lo que yo decido hacer con él». En 2020 sus padres murieron de la covid, sin poder despedirlos, y él le sigue plantando cara a la vida y es feliz, porque ayuda a los demás (certera causa de felicidad) a través de su propia experiencia.