Una prueba del despiste que arrastran los socialistas es su decisión de agarrarse al discurso frentista que arremete contra la derecha como la fuente de ... todos los males. Funcionó en las elecciones que llevaron a la legislatura actual, pero proporcionaron una mayoría endeble, por los pelos, y fue cuando todavía podían señalar al PP en el poder. No es lo mismo demonizar al poder que cargar contra la oposición.
El uso del 'mangantes', 'oposición destructiva' o 'negacionistas' no parece gran cosa como bagaje argumental.
Lo más raro es que Lastra, la voz cantante, irrumpa en las elecciones andaluzas afirmando que su partido «no es el de los mangantes que trincaban a manos llenas». Lo que consigue es avivar la memoria de alegrías socialistas poco edificantes. En el imaginario de Andalucía todavía están presentes los ERE –cuya vía judicial aún no está extinguida– o los cursos de formación…
No mentar la soga en casa del ahorcado es un consejo tradicional y bien armado. Llama a evitar las alusiones que pueden resultar hirientes. También tienen el efecto de despertar la memoria. En este caso, la de quienes fueron juzgado por prácticas de este tipo. Mentar la soga es un arma de doble filo.
Recuérdese la frase fatal que pronunció Richard Nixon en el discurso en el que quiso mostrarse inocente, cuando el Watergate: «Yo no soy un delincuente», afirmación que tuvo el efecto contrario al pretendido, por asociarlo con la delincuencia. Si el ahorcado menciona la soga, lo condena.
Estando tan recientes la historia de los ERE les convendría alguna prudencia verbal. No todos los electores comparten la visión dicotómica de los socialistas según la cual ellos son más buenos que el pan y la derecha unos desalmados.
No significa lo mismo, pero hay una máxima reciente que sirve. «No pienses en un elefante»: lo oyes e inevitablemente piensas en un elefante. Es la tesis de Lakoff: si evocas al elefante –el símbolo de los republicanos– te mueves en los marcos mentales asociados a estos.
Asumir los conceptos básicos de los que has de separarte implica meterte en berenjenales innecesarios. Si un presidente del gobierno se refiere a las fuerzas del orden desplazadas a Cataluña llamándolas 'piolines' asume las estructuras mentales independentistas. Lo mismo que si se habla de las relaciones entre España y Cataluña, en pie de equidad, como hacía algún ministro del PP. Si se emplea el concepto bolivariano de plurinacionalidad te mueves en sus mundos. O si se renuncia a hablar de España, sustituyéndola por 'Estado' o por 'este país'. Esta semana la vicepresidenta quiere «reducir el diferencial de Andalucía con el del conjunto del Estado»: pues eso.
Un momento crítico de nuestra involución fue cuando la expresión 'régimen del 78' comenzó a utilizarse para referirse al sistema constitucional. La habían elaborado sectores antisistema (y anticonstitucionales) y fue asumida con su carga peyorativa.
Conviene no mentar la soga en casa del ahorcado, sobre todo si, como parece, ahorcados somos todos.
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