Socialistas mutantes
Puerta Real ·
Lo que más asombra (y asusta) es el entusiasmo con el que han abrazado los postulados de sus nuevos colegas. Con la fe del conversomanuel motnero
Jueves, 30 de enero 2020, 22:09
Ahora que se atisba su sustancia, resulta fascinante el tipo de pacto que nos gobierna, modelo pez chico domina al grande. Los socialistas se están ... diluyendo, desvaneciéndose. Toda gira en torno a sus aliados podemitas, que les ponen los deberes, protagonizan la foto y dan doctrina; y a los nacionalistas identitarios, indepes o de ascendencia trabucaire, que los llevan al borde del precipicio de saltarse leyes y Constitución.
La principal aportación del PSOE al pacto consiste en justificarlo. Al hacerlo no se refieren al contenido, sino a las circunstancias. Suenan a excusas: no quedaba otra posibilidad, todo por la gobernabilidad. Quizás piensan que, de esta forma, si las cosas salen mal, podrán eludir responsabilidades culpando del desaguisado a las terribles derechas. Es una interpretación escapista, pero la aprovechan para ahondar en las concepciones frentistas que han abrazado ávidos.
A lo mejor no han caído en la cuenta de que el frentismo tiene ahora un sentido distinto al uso que le daban habitualmente. Hasta la fecha el frentismo socialista había sido un recurso electoral, como propaganda. En los nuevos tiempos les sirve para configurar la acción gubernamental. Verosímilmente, les atrapará el reduccionismo del radicalismo frentista, en el que una coz hace las veces de argumento, y quedarán diluidos en la sopa frentepopulista, sin que sea posible deslindar donde acaba Pedro, empieza Pablo, respira Oriol y encizaña Arnaldo.
Lo que más asombra (y asusta) es el entusiasmo con el que han abrazado los postulados de sus nuevos colegas. Con la fe del converso. En un santiamén han vadeado simas que parecían imposibles de saltar –e incongruente hacerlo si has defendido lo contrario–. A nadie se le había ocurrido que el PSOE votaría nunca contra investigar los crímenes de ETA: ni en el Parlamento Europeo ni en ningún sitio. Pues lo han hecho, con unanimidad y sin noticias de resquemores de conciencia. En política internacional la conversión bolivariana ha sido completa, súbita y sin importar el ridículo: incidente chusco de 'espías' en Bolivia, bochornoso sainete de Barajas con Ábalos de protagonista. Los anuncios sobre la cosa catalana son para echarse a temblar: al delincuente le quieren rebajar la pena; el inhabilitado por la justicia pretende no darse por enterado y el presidente superguay tampoco.
Y así sucesivamente.
La transmutación ha sido tan completa que esto ha cogido un aire de relato fantástico. ¿Del Doctor Jeckill electoral, presentable socialmente, a Mister Hyde haciendo barrabasadas? No cabe el símil, porque tal transmutación es transitoria y se mantienen dos personalidades, mientras aquí sólo se ve una: inestable, pero una. Quizás la imagen más próxima sea la del beso del vampiro, que te deja vampirizado para siempre.
Aunque quizás los socialistas se sientan como Alicia tras caerse por el agujero y aparecer en el país de las maravillas. Emanan satisfacción por el nuevo trance y adoptan la actitud de quien ha encontrado por fin su piedra filosofal. Como si cuando dormitaban en su intimidad hubiesen soñado siempre que el nacionalismo identitario constituye la esencia del progresismo. Y como si el radicalismo populista fuese su querencia más profunda.
El sanchismo se caracteriza por su volatilidad y falta de escrúpulos ideológicos, pero hay viajes que tienen difícil vuelta atrás o no la tienen. Eso, dejando a un lado los estropicios que puede provocar semejantes mutaciones.
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