«No hubo sitio para ellos en la ciudad»
La calle es destructiva, porque mata los sueños, las oportunidades, la autoestima, la confianza, las relaciones sociales... e impide, además, la salud física y mental y el desarrollo de los derechos fundamentales de las personas
Manuel Velázquez Martín
Martes, 28 de diciembre 2021, 23:43
La Navidad en Granada no será una época de celebración para las más de 200 personas que viven y duermen en la calle, cuya mayor ... preocupación es conseguir cada día un lugar donde resguardarse del frío y de la lluvia.
Los albergues municipales están saturados y los servicios de acogida son insuficientes para atender a estos náufragos del asfalto obligados a vivir con el corazón a la intemperie.
Ellos lo han perdido todo: el trabajo, la vivienda, los amigos… y ahí se encuentran con su soledad a cuestas, tirados en la calle… o agarrados fuertemente a ella, como única tabla de supervivencia.
En la calle, soportando temperaturas extremas y con su dignidad bajo cero, mostrando cuál es la terrible situación a la que se puede llegar cuando se rompen todas las redes familiares y sociales.
Esta es, sin duda, una de las experiencias humanas de máximo dolor, abandono y soledad que obliga a los 'sin techo' a buscar refugio en algún soportal o en algún derribo y a paliar, con frecuencia, sus penas con el alcohol o con cualquier otro tipo de sustancia que les ayude a olvidar.
Por lo cual, podemos decir que la situación en que se encuentran estas personas es considerada una de las formas más extremas de pobreza y de exclusión social ya que, además de no tener garantizado el derecho a una vivienda, se ven abocados a no tener garantizado tampoco el derecho al trabajo, a la salud, a la integridad física y moral… y, en definitiva, a unas condiciones de vida dignas de seres humanos.
Por eso la calle es destructiva, porque mata los sueños, las oportunidades, la autoestima, la confianza, las relaciones sociales… e impide, además, la salud física y mental y el desarrollo de los derechos fundamentales de las personas…
Caminamos tan ausentes que, aunque vayamos tropezando unos con otros, no nos llegamos a ver...
Las causas de este fenómeno son muy complejas pero tienen mucho que ver con los sistemas económicos radicalmente injustos que crean exclusión social y profundas bolsas de pobreza debido a los bajos ingresos y al encarecimiento y la especulación en el mercado de la vivienda. Todo esto, unido a la alarmante carencia de redes sociales y afectivas en un mundo cada vez más deshumanizado, es lo que genera tantas vidas rotas de seres humanos que van a la deriva en esa espiral destructiva de la calle, donde van perdiendo todas las relaciones, todos los lazos, todos los afectos... Lo cual es muy difícil de reconstruir.
Pero además la calle también 'mata' físicamente, como lo confirman esas trágicas muertes en nuestra ciudad de dos personas sin hogar cuyos cadáveres aparecieron en el vertedero de Alhendín. Ambos perecieron a consecuencia de intentar resguardarse del frío en los contenedores de basura.
Y a esta evidencia hay que sumar el hecho de que la esperanza de vida de las personas sin hogar está entre 42 y 52 años; es decir, unos 30 años por debajo de la media del resto de la población.
Ello significa que el hecho de que existan personas viviendo a la intemperie en las calles de nuestras ciudades significa que hemos fracasado estrepitosamente como sociedad ya que vivir en la calle es indigno y hace indigna a una sociedad, como la nuestra, que disponiendo de recursos suficientes para evitar este drama, no hace nada por remediarlo.
Algo, sin duda, está fallando cuando por cada persona viviendo en la calle, hay 100 viviendas vacías, muchas de ellas propiedad de las entidades bancarias a las que el gobierno rescató con dinero público y ahora no se conmueven a la hora de ejecutar un desahucio.
Con frecuencia, caminamos por la ciudad tan ausentes que, aunque vayamos tropezando unos con otros, no nos llegamos a ver…
¿Cómo es posible que pasemos cada día junto a ellos sin que nos llegue a despertar esa voz, ese gesto o esa mirada que nos haga descubrir detrás de cada uno de los fardos humanos, acurrucados en la acera, una desgarradora historia de dolor?
Por eso en la parroquia del Carmen hemos querido poner ante los ojos de quien lo quiera ver a estas figuras reales que forman parte de este portal de Belén que hemos montado en un mundo que, para vergüenza nuestra, se hace llamar civilizado.
Y lo hacemos con la intención de que nuestra denuncia y nuestro compromiso hagan aflorar horizontes de vida más digna en los últimos rincones de nuestra carne herida.
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