Las revueltas interiores en Bielorrusia, la guerra abierta en la llamada República del Donetsk frente a Kiev, las amenazas a los países bálticos y Polonia, ... las migraciones provocadas para soliviantar las fronteras y ahora el estallido en las principales ciudades kazakas y el envío de aviones y tanques en ayuda del gobierno kazako, obligan a un examen de una situación geopolítica en plena ebullición.
Algún comentarista ha creído que la revuelta en Asia Central es un regalo para Putin, pero más bien que un regalo es un regalo envenenado.
Por lo menos se ha creado un nuevo frente que obliga a Rusia a dividir su atención militar entre Ucrania y el Asia Central. A esos dos frentes, se añade la tensión en todas sus fronteras que son en realidad fronteras con la OTAN.
El problema kazako es bastante complicado, aunque ha tenido como detonador, la subida del precio de los carburantes. Debajo de esa razón, por otra parte común a todos los países, está la labor sorda de la inteligencia americana a través de fundaciones y una universidad que funciona hace años.
Las revueltas simultáneas –similares a las que se dieron en Minsk– pueden ser debidas a dos concausas combinadas: la indignación por la subida de precios y su instrumentalización por los gobiernos bielorruso y kazako según el método de la 'falsa bandera', que empleó brillantemente Endorgan en Turquía para promover un levantamiento y así decapitar a la oposición.
Este procedimiento de dirigir a distancia revueltas internas, provocó un cambio de régimen en Ucrania, justificando que Rusia recuperase Crimea y los pueblos pro-rusos del Donetsk.
La tesis rusa manifiesta su inquietud porque sus fronteras desde Lituania a Turquía están sembradas de bases militares de la OTAN. Estados Unidos no permitiría algo parecido en sus fronteras. Este argumento subraya la debilidad de la posición de Putin porque contrasta dos situaciones muy dispares. Rusia no está en condiciones ni remotas de rodear a Norteamérica ni de bases ni de misiles. Ya se comprobó en 1962 en la crisis cubana. Por ello advierte de la posibilidad de desplazar tropas rusas a Cuba y a Venezuela. Es un planteamiento maximalista y aparatoso, pero solo en el papel. No está Rusia en condiciones de cumplir amenazas de tanta envergadura que parecerían próximas a una gran guerra.
Cierto que la ocupación de Crimea no ha encontrado ninguna respuesta de la OTAN. Este ponerse de perfil, ha permitido a los rusos iniciar agresiones cibernéticas y migratorias en Lituania y Polonia e incrementar sus efectivos militares en Ucrania. A ello sumemos las revueltas en Bulgaria que repiten el modelo de Kazajistán.
También tiene en su mano el cortar el suministro de gas a Europa lo que sería una sanción económica contra sí misma. Por eso da la impresión de que contemplamos una guerra psicológica de farol en farol.
Según las fuentes georgianas, polacas y húngaras se describe el sentimiento de pavor ante la amenaza rusa mientras que Putin se queja de lo mismo.
La solución a este jeroglífico depende de la habilidad de ambas partes que les permita negociar desde posiciones de fuerza sin traspasar la línea roja de una hipotética guerra. Es como un combate de boxeo amañado: los contendientes se están tocando las narices, pero saben que ninguno quedará 'nocaut'.
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