Simone Boué firma el breve prólogo que figura al frente de los 'Cuadernos 1957-1972' de Emile Cioran, magna edición de más de mil páginas, ... con la que Tusquets inició el año pasado la Biblioteca dedicada a este escritor huraño, provocador y fascinante, nacido en 1911 en Rasinari, en la actual Rumanía, y entonces territorio del reino de Hungría, que formaba parte del imperio austrohúngaro. En 1937 se instaló en París, en donde dejaría de escribir en rumano para adoptar el francés como lengua de expresión preferente. En ella vertió su pensamiento salvaje y fragmentario, lleno de contradicciones y deslumbramientos, que siempre me ha resultado tan inquietante y perturbador.
Quien haya leído los libros de Cioran podría llegar a pensar que la vida de este solitario radical era incompatible con la de alguna otra persona cercana y, sin embargo, la hubo, porque Simone Boué fue su compañera durante más de medio siglo, hasta la muerte del escritor, en 1995, y una de sus dos grandes pasiones amorosas. Simone fue, sin duda, la más permanente y trascendental en la trayectoria vital de este 'filósofo', o pensador a contracorriente, cuyo lenguaje es tan irresistible, acaso por ese humor suyo, penumbroso, que con frecuencia deriva hacia un cinismo lírico de apátrida endiablado.
Con más de setenta años, a principios de 1981, conoció a la joven alemana Friedgard Thoma, que escribió un libro sobre sus relaciones con Cioran, titulado 'Por nada del mundo. Un amor de Cioran', donde refiere su amistad con el escritor, la correspondencia entre ambos, sus encuentros, sus paseos y esa suerte de relación crepuscular que mantuvo con él. Alude también a Simone («encantadora e inteligente, muy leída, con mucho humor»), a la que conoció y con la que llegó a congeniar, andando el tiempo.
A Simone Boué se debe el que dispongamos ahora de esta edición de los 34 cuadernos que componen este corpus prodigioso, en el que se recogen de una forma magmática, gran parte de su pirotecnia aforística, de sus anatemas y de sus ocurrencias inconclusas y vampirizantes. En el primero de ellos Cioran subrayó: «Todos estos cuadernos son para destruir». Sin embargo, Simone los salvó y los transcribió pacientemente con su máquina de escribir, como una forma de seguir manteniendo una relación viva con su compañero. Dos años después de morir Cioran, Simone Boué apareció misteriosamente muerta al pie de unos acantilados en la playa de Vendée, su pueblo natal, en 1997. Al parecer, ahogada de forma accidental, durante sus vacaciones veraniegas.
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