Santa Rosalía
En los últimos tiempos la cultura, desde la música de Rosalía al cine de Alauda Ruiz de Azúa o de los Javis, está virando en interés hacia lo místico, hacia lo espiritual, en una suerte de expedición neoliberal.
Silvia Muñoz
Sábado, 15 de noviembre 2025, 21:59
No se habla de otra cosa. Desde que Callao se iluminó con la luz celestial de la portada de Lux, el último disco de Rosalía, ... el mundo entero, el que llamamos real, el digital, en especial el que habita las profundidades de ciertas redes sociales, se ha vuelto loco y conspiranoico teorizando sobre su significado. El lanzamiento de su primer single apenas unos días después no hizo sino acrecentar la especulación en la espera del ansiado y milimétricamente marketizado álbum.
Nadie ha querido perderse esta fiesta espiritual, y como todas las canciones hablan de mi (y de ti), todos han querido bautizar con Berghain a su criatura ideológica.
Mientras unos hablan de rendición de la mujer empoderada y de cesión de sus conquistas al sempiterno patriarcado, el feminismo no ha tardado en ofrecer un relato en el que la mujer sale, en cambio, fortalecida y el hombre (más) deconstruido.
En medio de la locura, la fuente. Al explicar la artista en un podcast para The New York Times las dificultades que ha entrañado cantar en hasta trece idiomas diferentes, ella, que sí ha sido profeta en su tierra, desvelaba casi sin querer el quid de la cuestión: la pulsión que late detrás de su última creación es el deseo de aprender otras lenguas para, desde ese lugar, entender mejor al otro, en la creencia de que a través de ese entendimiento podemos conocernos mejor a nosotros mismos y amar mejor al de al lado.
Mi sorpresa fue mayúscula al escuchar este mensaje evangelizador, pues eso mismo que parece predicar Rosalía es lo que reza el segundo mandamiento de la Ley de Dios cuando nos invita a amar al prójimo como a uno mismo (Marcos 12:30-31).
Parece que en los últimos tiempos la cultura, desde la música de Rosalía al cine de Alauda Ruiz de Azúa o de los Javis, está virando en interés hacia lo místico, hacia lo espiritual, en una suerte de expedición neoliberal, quién sabe si incentivada por el hecho de que el individualismo y la cultura del yo en que como sociedad nos hemos acomodado no nos están llevando a donde queríamos llegar, sino a lugares en los que no nos apetece estar más: la guerra, la polarización, el hate, el conmigo o contra mí, y la hiperconectividad teñida de soledad y desconexión emocional.
Quizá este nuevo foco artístico sea una llamada de atención generalizada, una invitación al recogimiento, la contemplación y la reflexión, que actúan como brújula moral de los tiempos y nos animan a ponernos frente al espejo de aquellas personas que, como los santos, también los no canonizados que veneramos en recientes fechas pasadas, en algo tan nuestro, tan tradición, como es el día de Todos los Santos, se esfuerzan en llevar una vida acorde a las enseñanzas de Jesucristo, que no son otras que perdón, humildad, servicio a los demás y ese amor al prójimo del que habla nuestra superestrella más internacional.
¿No es acaso el amor el lenguaje más universal y el que más y mejor nos puede volver a hermanar como comunidad?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión