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Opinión | Puerta Real ·
Necesitamos un futuro de verdad y no de cartón piedra, recuperar la esperanza en que esta capital puede ser fuerte de nuevo y pisar el acelerador para alcanzar a las urbes limítrofes que sí han forjado bien su identidadLo que estamos viviendo en Granada es un ensayo general de la guerra de guerrillas que se avecina para el día 27 de mayo, lunes. ... Naturalmente me voy directamente al lunes porque el domingo todo será un contar premioso con los dedos hasta que la suma dé catorce, esa mayoría que precisa el futuro alcalde granadí para controlar la Plaza del Carmen. Y digo controlar y no gobernar, porque, como no haya dos partidos fuertes que tengan ediles suficientes, esto va a ser un sindiós, un reino de taifas con más de 300 millones de euros de deuda (que se sepa), donde cada uno va a echarse al monte para hablar de lo suyo que, al final, poco tiene que ver con lo nuestro. Porque lo nuestro debía ser hacer más fuerte la economía local, favorecer un turismo sostenible de mayor nivel adquisitivo que se deje aquí el parné y defender el patrimonio mobiliario y cultural de una ciudad que no puede seguir viviendo de las rentas de lo que fuimos y ya no somos. Se requiere una estrategia de inversión, un estudio de las razones de la deuda, asumir que hay que pagarla porque ya la tenemos (parece una obviedad pero la evidencia demuestra que no lo es) y levantar alfombras hasta que no quede una mota de polvo por limpiar.
Por eso esta última semana que hoy se inaugura con gorriones adolescentes alzando el vuelo torpemente en las plazas y un temblor cansado que huele a primavera, va a convertirse en una suerte de culebrón por entregas donde cada alcaldable con opciones va a intentar vendernos un porvenir luminoso, sin acordarse, ay, de que sabemos de dónde viene cada cual, haya tenido sillón o no hasta el momento. Porque los granadinos, que hemos comparado, ahora somos conscientes de por dónde nos da el aire y estamos para pocas gaitas. Lo cual que, el domingo, se antoja que el personal debe ir a votar muy de veras porque todo lo que implique fragmentación o voto de castigo significa propiciar la ingobernabilidad, una ingobernabilidad que, en este momento, haría insostenible pensar en el 'porvenir'. Ése que siempre llega tarde para los que habitamos la tierra del chavico, desde los tiempos de Boabdil a esta parte. Ya avisaba Jorge Guillén: Granada está dormida ante su imagen; y esto, aunque lo diga un poeta, es absolutamente inaceptable. El ser granadí no puede rendirse y aceptar las cosas tal cual vienen porque esta actitud de sumisión a ese 'fatum' inexorable nos está destruyendo para convertirnos en un pueblo aledaño de Málaga.
No sé si somos conscientes de que necesitamos un futuro de verdad y no de cartón piedra, recuperar la esperanza en que esta capital puede ser fuerte de nuevo y pisar el acelerador para alcanzar a las urbes limítrofes que sí han forjado bien su identidad. Se necesita un alcalde que esté enamorado de Granada, no de su foto en el espejo, alguien que quiera dejarse la vida por sacar adelante un modelo de ciudad que trascienda los cuatro años de mandato, capaz de lograr el consenso ciudadano ante decisiones que no van a ser fáciles, pero sí necesarias. Granada se merece un líder que no ejerza el revanchismo y que nos respete. Que sepa que Granada es pluralidad y que, ahí, justo en el alma de la ciudad, está su riqueza.
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