Hace tres años, en 2019, en una columna, analizaba la oscuridad que reinaba en la zona Norte, a raíz de los cortes de luz, que ... nadie atendía. El tema no se ha resuelto. Hoy, a los déficit estructurales de siempre, se suman los efectos de las crisis económicas derivadas de la pandemia y de la guerra de Ucrania, que se han cebado con ellos. Más de la mitad de la población vive en una pobreza severa. El deterioro urbano y social permite que esta zona sea una estancia ideal de mafias y conductas marginales. Se vive con la sensación de que todo está permitido, de que hay impunidad para cualquier acción, debido a la dejación de las diferentes administraciones.
Hacia mediados de los años ochenta, la Junta de Andalucía impulsó un conjunto de actuaciones que cristalizaron en el Plan de Barriadas de Actuación Preferente, que dotó a esta zona de equipamientos y servicios educativos, sanitarios, culturales, deportivos, formación para el empleo, construcción y reparación de viviendas sociales, y un comedor social. En esta etapa, la colaboración entre las diferentes administraciones: Junta de Andalucía, Gobierno Central, Ayuntamiento de Granada y Fiscalía, fue ejemplar.
La Junta lideró este programa, y era ella la que convocaba a las demás administraciones. Durante varios años se trabajó con ahínco, y los resultados eran alentadores. El proyecto, por sus resultados positivos, se hizo extensivo a todos los barrios marginados de Andalucía. Había reuniones frecuentes y, mediante un coordinador, que trabajaba a pie de barrio, se analizaban carencias y se ejecutaban las soluciones.
Han pasado las elecciones, y los habitantes tenían y tienen una sensación de abandono. El paro no se corrige, las carencias se multiplican y los cortes de luz se siguen produciendo a diario: Endesa da largas pero no actúa (hemos tenido el ferial colindante y allí no faltó la luz). No es extraño que el índice de participación de estos barrios en las últimas elecciones autonómicas haya sido el más bajo de todos. Solo tres de cada diez granadinos acudieron a votar en la zona Norte, el 36,54%, la cifra más baja de la última década. Entienden que votar no les resolverá sus desvelos.
Lo decía en mi última columna, donde analizaba los resultados electorales: «Ahora, con mayoría absoluta, el Gobierno debe ser humilde, respetar a las minorías, y atender los retos pendientes: desigualdad; bolsas de pobreza; paro; carencias educativas, sanitarias y asistenciales; demoras en la dependencia… El presidente de la Junta ha de serlo de todos, pero, más aún, de los necesitados: eso engrandece la política». Es decir, tanto el presidente como los responsables de las demás administraciones (Ayuntamiento, Diputación y Gobierno Central) no pueden inhibirse ante tales situaciones de precariedad. No puede haber gente viviendo en la oscuridad. La dedicación a los pobres y a los marginados es el gran reto de la política y solo eso la justifica.
Como dice mi buen amigo Miguel González Martos, vecino de la zona, exconcejal, y luchador incansable por los sin voz: «En los barrios del norte de Granada, rechazados y oscuros, la vida se entreteje de pobreza, de pasos sin futuro, de sálvese quien pueda… Desde hace años aquí se anda a base de tinieblas y de cortes de luz que a nadie importan».
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