Una semana con muchos huevos
Puerta Real ·
La evidente falta de ingenio autóctono nos empuja a imitar modos y maneras de otros ámbitos culturales y ahí es donde nos damos de bruces con el puñetero HalloweenEsteban de las Heras
Domingo, 3 de noviembre 2019, 01:53
Ha sido una competición sorda para ver quien tenía más huevos y no es fácil deducir quién se llevará la palma. Dicen las crónicas que ... la Policía Local recogió el jueves hasta 700 huevos que unos cuantos menores se disponían a lanzar contra los autobuses urbanos para celebrar el puñetero Halloween. Dos días antes nos informaron que la mejor tapa del mundo era una flipante recreación de la tortilla del Sacromonte, hecha por un madrileño, con huevos por supuesto. Ambos eventos coincidieron con la publicación en la revista 'Scientific Reports' de que los huevos, junto con tortugas y caracoles, eran parte de la dieta de los hombres primitivos que habitaron en las inmediaciones de Barranco León y Fuente Nueva-3 de Orce, en la cuenca de Baza. Hay y ha habido más huevos, con su clara y con su yema, como los usados para preparar los dulces típicos de estos días pero, para no hacernos un lío, vamos por partes.
El fin de semana apuntaba lluvia, descenso de temperaturas y visitas a los cementerios, pero el destino quiso que se pasara de orar por los muertos a tirar huevos a los vivos. Uno no acaba de verle la gracia a este radical cambio de conducta, pero seguro que sociólogos y psicólogos le encuentran una explicación. Lo queramos o no, Halloween ha venido para quedarse y a ello han contribuido con inusitado fervor multitud de maestros y profesores que han preparado en sus colegios, con la sorprendente complicidad de los padres, fiestas de fantasmas, momias, esqueletos, calabazas y demás parafernalia. Unos festejos que –aunque no sea una cuestión de huevos– han dejado en mantillas al que organizó Sánchez con su muerto de referencia, helicóptero incluido.
Como nos toca chapotear en esta inmensa balsa de estupidez llegada de fuera y que crece por días, hemos de sobrellevarlo de la mejor manera posible, que es la que linda con el desdén. Pero eso no quita para que tengamos la firme convicción de que adolecemos de una enorme falta de caletre, de ingenio y de creatividad. Por decirlo en lenguaje coloquial: que hay un 'apollardamiento' generalizado que aumenta por días. Esa carencia nos empuja a imitar modos y maneras de otros ámbitos culturales y ahí es donde nos damos de bruces con el Halloween ese de los huevos, que invita a unos cuantos mozalbetes de la zona Norte a tirarlos contra las lunas delanteras de los autobuses, con el consiguiente peligro que conlleva la pérdida de visión por parte del conductor. Hubo que acortar el trayecto de tres líneas de buses urbanos para evitar mayores desgracias. Pero con el achaque de que los gamberros son menores de edad, nunca pasa nada. Las criaturas, 'poreticas', hacen lo que ven en la tele y ya llevaban una semana viendo como grupos de 'catalanocafres independentistas' se dedicaban a reventar huevos sobre los policías y los mossos de escuadra, que aguantaban con santa paciencia la huevada que se les venía encima porque habían recibido órdenes superiores de moderar al máximo la respuesta a la provocación. Visto lo visto, nuestros chicos debieron pensar que ellos no iban a ser menos y se dispusieron a imitarlos. Dado que esto sucedía en vísperas del día de los difuntos, no es de extrañar que los conductores de los autobuses afectados tuvieran un cálido y contundente recuerdo hacia sus muertos.
No hace tanto tiempo que el recuerdo a los difuntos tenía otras connotaciones más civilizadas y serenas. En las zonas rurales era frecuente ver como las Hermandades de Ánimas, cantando coplillas, recorrían las calles para recaudar fondos con los que sufragar los entierros de gente sin recursos, pero los 'halloweenenses' les han quitado de en medio. Ahora solo les queda hacer rifas, comprar décimos de lotería en Doña Manolita para revenderlos con gabelas y convocar a los socios el domingo para un arroz caldoso regado con vino del terreno… sin tener que echarle huevos.
Pero vamos a lo que vamos, que se nos puede quedar la yema pegada en la tecla del ordenador. Además de que al hombre de Orce le gustaran los huevos; de que grupos de adolescentes intentaran usar huevos como arma de diversión masiva, y de que la tortilla del Sacromonte –con sus correspondientes huevos y un tanto 'espercojá'–, sea la mejor tapa de todo el planeta, ahora viene la recta final de la campaña electoral, a la que los candidatos se verán obligados a echarle huevos, dicho sea sin molestar. No es cuestión de recordar la imagen que nos ofreció Rivera en su primer cartel electoral, en el que aparecía retratado 'in puribus', tal cual había sido conformado por la naturaleza, mientras ocultaba púdicamente sus esféricos con las manos cruzadas en la entrepierna. Eran tiempos de mayor recato. Ahora hay que echarle riles al asunto, sin tener que quedarse en pelotas, y comer huevos para ayudar a los granjeros de la provincia, ya sea en la tapa de tortilla sacromontana del siglo XXI o al estilo antiguo del hombre de Orce. Se puede hacer muchísimas cosas a base de huevos y con los huevos; todo, menos estrellarlos contra los policías o los autobuses.
La única pega que hay que ponerle a esta catarata sobrevenida de yemas y claras es que viene con retraso, cosa habitual en una provincia que lleva trienios y quinquenios ocupando los penúltimos lugares en casi todo. Porque resulta que el Día Internacional del Huevo se celebra en todo el mundo el segundo viernes de octubre y aquí lo hemos dejado para fin de mes. Pero eso sí, echándole muchos huevos.
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