En 1949 el ingeniero aeroespacial Edward Aloysius Murphy formuló su ya conocida ley, después haber fallado en algunos de sus experimentos: «Si algo puede salir ... mal, saldrá mal». Esta afirmación que está cargada de pesimismo, pero también de realidad, no puede estar más vigente durante los últimos dos años. Inmersos todavía en la pandemia de coronavirus, ahora salta una guerra, con toda la crudeza de un conflicto armado, en plena Europa.
Mientras usted y yo estamos a este lado de occidente tratando de no contagiarnos, usando aún la mascarilla y desinfectándonos con hidrogel, cientos de miles de personas huyen de su país hacia un lugar más seguro, otros resisten con miedo en sus casas y también los hay que voluntariamente u obligados se arman para defender su territorio frente al enemigo.
El primer contacto que tuvimos con la guerra los de mi generación fue en los noventa, a través de la llamada Guerra del Golfo Pérsico. Desde la distancia asistimos por primera vez a un conflicto en directo a través de las pantallas de televisión. Fue la de los misiles Patriot contra los Scud. Más tarde seguimos la Guerra de los Balcanes, que se prolongó durante una década, ésta también en plena Europa. Después vinieron Afganistán y otra vez Irak.
Ahora con las perspectiva que dan los años uno ya se ha dado cuenta de que en las guerras nunca gana nadie. Todos perdemos. Muchos pierden la vida, otros a sus seres queridos, su libertad, sus derechos, su hogar o su dinero. Pierden los gobiernos, por supuesto, y la economía. Por eso, no se entiende este conflicto impulsado por una de las históricas potencias del planeta. Esto es de locos y las consecuencias son todavía inciertas ¿Durante cuánto tiempo se extenderá el conflicto y con qué efectos? ¿Esto es sólo entre Rusia y Ucrania o también afectará al resto de las civilizaciones? ¿Estamos entrando en un nuevo orden mundial? ¿Por qué esta guerra y por qué en este momento? La mayoría de estas cuestiones no tienen respuesta aún, como sucede con todas las acciones bélicas.
No se comprende la desigual manera de actuar de la Unión Europea y Estados Unidos. Mientras Putin ha salido con todo para doblegar al enemigo, las primeras medidas adoptadas contra Rusia parecen insuficientes. Luego están la retirada del Festival de Eurovisión, el traslado de la final de la Champions League de fútbol, la eliminación del gran premio de Sochi de Fórmula Uno o la ruptura de formaciones deportivas con patrocinadores rusos. Visto lo visto, hasta la fecha, ha mostrado más contundencia el mundo del deporte que nuestros dirigentes políticos. ¿No cree?
La nueva situación retrasará la ansiada recuperación económica, afectándonos a todos, por muy lejos que estemos del lugar donde ahora suenan las sirenas, impactan las bombas y matan los disparos. Nuestra pena no es nada comparado con lo que están pasando y aun les queda por sufrir las víctimas directas de esta guerra, obra de un personaje neurótico sacado de otro tiempo, que ya sospechábamos que podía llegar a ser muy peligroso.
Hemos dejado atrás una semana negra y entramos hoy en otra que no será muy diferente ¿Puede el presidente ruso salirse con la suya sin que nadie lo detenga? ¿Podrán Europa y Estados Unidos frenar sus ansias imperialista antes de que esta guerra se siga cobrando víctimas? Espero que en esta ocasión Murphy se equivoque, por el bien todos.
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