Rutte, sálvanos
Rutte, convertido en el adalid de la media docena de países de la Europa del norte que comparten sus criterios, ha sustituido a Pablo Iglesias como la pesadilla que quita el sueño a nuestro presidente del Gobierno
El primer ministro holandés, Mark Rutte, acude a trabajar en bicicleta al despacho en el que preside un Gobierno con 13 ministerios que controlan el ... gasto para no sobrepasar el déficit fijado por la Unión Europea gracias a la labor de la mitad de funcionarios y altos cargos per capita de los que cuenta el Estado español, así que es del todo comprensible que se niegue a utilizar los impuestos de sus ciudadanos para enviar cientos de millones de euros a países derrochadores como Italia y España sin ni siquiera preguntar en que se los quieren gastar.
Rutte, convertido en el adalid de la media docena de países de la Europa del norte que comparten sus criterios, ha sustituido a Pablo Iglesias como la pesadilla que quita el sueño a nuestro presidente del Gobierno. Domesticado por la derrota en las urnas de su partido y errores propios, como inventarse una acusación en los tribunales, el líder de Podemos ya no tiene más remedio que plegarse a Pedro Sánchez para no perder el enorme poder que le confiere la vicepresidencia del Ejecutivo. En cambio, el holandés no debe nada al presidente español. Para desgracia de este, incluso aumenta su popularidad conforme más exigente se muestra en sus demandas de que nosotros nos apretemos el cinturón.
En los medios españoles serviles con el Gobierno (que son la mayoría) a Rutte se le presenta como el malo de la película que quiere impedir nuestra recuperación económica con su falta de empatía solidaria, como el rico que desprecia al pobre. Incluso se manipulan sus exigencias. No consta que ni en público ni en privado haya dicho que España tiene que bajar el sueldo a los funcionarios o reducir la cuantía de las pensiones. Lo que pide es que se reduzca el déficit. O sea, que Pedro Sánchez deje de endeudarse. Le deja en libertad para decidir si lo consigue castigando a funcionarios y pensionistas o pegando tijeretazos a otros gastos tan innecesarios como superfluos.
Haciendo caso a Rutte no podríamos tener los 22 ministerios que Sánchez creó para contentar a Podemos, ni podría triplicarse el gasto en campañas ultra feministas de la actual compañera de Pablo Iglesias, ni este podría seguir soñando con nacionalizar empresas, subvencionar a colectivos afines a su espacio electoral y otras medidas de una izquierda radical incompatible con los pilares de la Unión Europea. En resumen: que a los españoles preocupados por nuestro futuro más bien nos parece que políticos como Mark Rutte son los que nos pueden salvar.
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