Rusia, bajo sospecha
Editorial ·
El envenenamiento de Navalni conmociona a la comunidad internacional y pone el foco sobre las cloacas del régimen de PutinSábado, 22 de agosto 2020, 00:25
La reciente reforma constitucional de Putin, que le permitirá gobernar hasta 2036, devalúa definitivamente un régimen que nunca fue una verdadera democracia, no sólo porque ... no se parece a la democracia parlamentaria occidental sino porque es evidente que el poder en este país está en manos de un clan opaco controlado por Putin, que llegó a la política desde la cima de los servicios secretos rusos, el legendario KGB. El intento de asesinato por envenenamiento del principal líder opositor de Rusia, Alexéi Navalni, un político populista de 44 años, con prestigio en su país y en Occidente, que consiguió un 27% de los votos en las elecciones a la alcaldía de Moscú y que no ha podido participar en los procesos electorales desde 2018 por estar inmerso en varios procesos judiciales claramente obstruccionistas, muestra el desparpajo del régimen de Putin, tan seguro de su fortaleza que no tiene empacho en utilizar el método tradicional de exterminio de disidentes que tantas veces ha sido usado por Moscú en el pasado reciente. Es obvio que no hay pruebas físicas del intento de asesinato pero la larga lista de muertes sospechosas de opositores al régimen –el caso más mediático fue el asesinato en 2006 con polonio en Londres del disidente Alexandr Litvinienko– justifica el recelo de los observadores ante este nuevo desmán cometido por un régimen totalmente opaco, que se sabe seguro y que no necesita por tanto ser discreto ni siquiera al cometer sus mayores atrocidades.
El hecho aparatoso de que Navalni haya sido envenenado –extremo que llegaron a negar los médicos siberianos para intentar evitar el viaje del enfermo a un hospital de Alemania, algo que finalmente se autorizó– pretende sin duda un efecto psicológico, que es el de atemorizar a una población que sabe que una mano oscura velará por el orden establecido, y que cualquier contravención tendrá la respuesta adecuada. La conducta de Moscú, que acumula provocaciones después de la invasión de Crimea y del hostigamiento a Ucrania, y cuya impunidad sale fortalecida por la tendencia introspectiva de Trump y por la nula política exterior de Europa, debe hacer recapacitar a la UE sobre la necesidad de fraguar una defensa común, no dependiente de Washington, una diplomacia potente y una acción exterior incisiva y capaz. En un mundo en que dos de los grandes actores, China y Rusia, no creen en la soberanía popular, en los derechos humanos ni en los principios de legitimidad y representación, las democracias europeas deben permanecer estrechamente unidas.
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