La rueda y el hámster

Los días pasan. Cada cual busca su explicación, convincente, sedante, rabiosa, plácida, hiriente, sólida, líquida, gaseosa. Tiempo de euforias contenidas para algunos, pues ya tienen ... al fin lo que tanto ansiaban, avalados por los votos de una ciudadanía que ha decidido desde la libertad ir a votar o quedarse en casa. Quienes votamos, asumimos que lo que hay es lo que nosotros decidimos; quienes optaron por no hacerlo, también tienen claro que hay lo que otros quisieron. Y así, toca ahora a quienes perdieron y a quienes no ganaron reflexionar sobre los porqués de sus resultados, sin vergüenzas y sin culpar a los demás; sin complejos y sin taparse las partes menos nobles. Y en el fin de la reflexión, llegar a decisiones y recapitulaciones para poner proa en la dirección adecuada, con los cambios precisos, con el desembarco de aquellos y aquellas que ya dieron lo que tenían, con la paciencia necesaria y la sabiduría de que la política es una rueda que no para de girar, que hay que estar en su parte interior para trabajarla, no enganchados ni sentados en la comodidad de los resultados anteriores, porque apenas acaba de dar una vuelta ya está en la siguiente. Por tanto, salvo los hámsteres, que no saben que eso nunca acaba, es difícil estar siempre dentro. Y en unos meses tenemos las siguientes. Y harán falta nuevas ilusiones y gentes, y capacidades para dar aunque sea una vuelta a la rueda, con planteamientos de avances claros e inteligibles para la totalidad, que no todos estamos en mentes preclaras; algunos, los humanos, necesitamos que nos expliquen las cosas.