Resonancias
A la última ·
Las de lo UCO lo hacen: cuando hay un dolor sospechoso en la columna vertebral de la política, la examinan de arriba abajo y buscan lo que no se ve, pero se adivina, hasta que dan con elloNo quiero aburrirles con mi estado de salud, que quien más y quien menos arrastra sus achaques y sus plepas, pero tengo las lumbares hechas ... mixtos. Lo resume bien Luis Prado cuando canta «un dolor al sentarme, otro al levantarme / no puedo agacharme, ya ves», y lo constata la resonancia que me hice la semana pasada. Me taparon con una mantita, me dieron unos tapones para los oídos, me dijeron que me tranquilizara, me puse aún más nerviosa y me encerraron en una cámara estrechísima durante doce minutos que a mí, claustrofóbica perdida, se me hicieron eternos.
Tampoco ayudaba el sonido: atronador e insoportable, me convirtió en la única asistente a una 'rave' salvaje que tenía lugar en el antro más pequeño del mundo. «Si te agobias mucho, mira hacia atrás y verás la luz», me había dicho la técnico, y tanto me agobié y tanto miré que estuve a punto de que los ojos me dieran la vuelta en las cuencas. Pero aguanté, porque hay veces en la vida en las que lo único que puedes hacer es aguantar.
Recojo los resultados. No sé si estoy ojeando un informe clínico o jugando a los barcos: L3, L4, L5. Tocada y casi hundida por protrusiones como torpedos. Por si faltaba algo, al final del estudio leo: «se evidencia un hallazgo inespecífico». Entre paréntesis e interrogantes, aventuran lo que puede ser. Nada grave, aclaro, pero es lo que tienen las resonancias, que lo encuentran todo. Las de lo UCO lo hacen: cuando hay un dolor sospechoso en la columna vertebral de la política, la examinan de arriba abajo y buscan lo que no se ve, pero se adivina, hasta que dan con ello. Claro que, al contrario que en mi caso, sus hallazgos suelen ser muy específicos. El dinero, contante y sonante, siempre lo es.
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