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Editorial ·

Jueves, 16 de junio 2022, 00:51

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La renuencia de Marruecos a reabrir la aduana con Melilla cerrada en 2018 y crear la de Ceuta adensa los interrogantes que pesan sobre el ... repentino acuerdo cerrado por el Gobierno de Sánchez con el reino alauí hace tres meses. Tres meses en los que el giro histórico imprimido por el presidente a la estrategia española sobre el Sáhara Occidental, al asumir como la salida «más creíble» al conflicto la asunción del plan de autonomía patrocinado por el Ejecutivo marroquí, ha restablecido la concordia con Rabat pero a costa de la quiebra con el PP, la desafección del resto del arco parlamentario sin excepción y la crisis desatada con Argelia. La paz con un socio como Marruecos no es un logro baladí, sobre todo a la vista de las consecuencias que tuvo el contencioso derivado de la asistencia clandestina al dirigente del Frente Polisario, Brahim Ghali, en España. Pero ello no desmerece el peso de las críticas, razonables, sobre la opacidad que sigue rodeando la gestación del pacto, el alcance de los compromisos sellados y lo interperlado o no que se sienta Marruecos a cumplirlos. La alianza necesita traducirse en resultados tangibles, visibles y leales para otorgar sentido al desconcertante viraje español.

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