'Remedia amoris'
Ad Líbitum ·
Lejos de esas visiones edulcoradas, el verdadero amor es una cualidad humana muy recia, que radica más en la voluntad que en el sentimiento.javier pereda pereda
Jueves, 13 de febrero 2020, 23:32
La celebración del Día de San Valentín o Día de los Enamorados tiene una dimensión universal, porque el amor afecta a la naturaleza de todos ... los hombres, cualesquiera sean sus creencias, ideologías o culturas. La tradición nos recuerda a este sacerdote romano que casaba de forma secreta a los soldados con sus mujeres. Al enterarse el emperador Claudio II lo decapitó, pues entendía que esos compromisos mermaban las facultades de los militares. El amor ha sido uno de los temas más tratados por los filósofos, los literatos y los poetas a lo largo de la historia. Al reflexionar sobre esta virtud, existe el peligro de caer en lo empalagoso o en el sucedáneo del amor, aspecto que nos invita la mercadotécnica. Lejos de esas visiones edulcoradas, el verdadero amor es una cualidad humana muy recia, que radica más en la voluntad que en el sentimiento. El poeta romano Ovidio, autor de obras como 'Ars amandi' o 'Remedia amoris', aconseja sobre las relaciones amorosas y la forma de superar el amor desordenado. Suele decirse que un hombre vale lo que vale su corazón.
La RAE, en la primera acepción de este vocablo, nos da una primera aproximación: «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser». Pero este sentimiento intenso ha de estar imperado por las facultades superiores de la razón y la voluntad. Este es el drama de la posmodernidad, enarbolar un amor en nombre de la libertad ('amor libre'), que al estar desvinculado de la verdad (la razón y la voluntad), nos aboca a esclavitud de las pasiones. En el 'Ama y haz lo que quieras' de Agustín de Hipona, reside la verdadera libertad y el amor verdadero. Se tiende a simplificar el amor en la unión entre un hombre y una mujer; pero existen otros amores: el de los padres con los hijos; entre los hermanos; entre amigos (…), y, el más sublime de todos, el amor a Dios. Llegar a descubrir que se puede tener una relación amorosa como la de un Padre con su hijo, es un hallazgo que ha llevado a muchas personas a 'locuras de amor'. Ese ideal aparentemente inalcanzable no es sólo patrimonio de los místicos del siglo de oro, sino de quienes luchan por ser contemplativos en medio del mundo. Para Clive Staples Lewis existen 'Los cuatro amores': el afecto, la amistad, el eros y el ágape. El amor de amistad presenta la particularidad de ser un «afecto personal, puro y desinteresado, que se comparte con otra persona (reciprocidad), que nace y se fortalece con el trato». Sería traicionar la amistad instrumentalizarla: «Qué tengo yo, que mi amistad procuras», citando a Lope de Vega.
La piedra de toque del amor es una entrega sacrificada, porque de lo contrario se convertiría en un recurso para satisfacer el egoísmo personal. El amor pierde toda su virtualidad cuando es desordenado, porque al banalizarlo se convierte en un sofisma: 'Haz el amor, evita la guerra'. La unión amorosa de un hombre y una mujer es tan fuerte (física, psicológica y espiritualmente), que en expresión del Libro del Génesis constituyen 'una sola carne'. Este tipo de unión, que se califica de divina, suele protegerse mediante una relación contractual, que en la civilización occidental se llama matrimonio (de 'mater, matris'; que hace referencia a la maternidad legal de la mujer casada). La peculiaridad del amor afectivo y sexual de un hombre y una mujer está orientado a la procreación. Es tan importante ser copartícipe de la Creación que este amor supone exclusividad (fidelidad) y permanencia (hasta que la muerte les separe). Parte de la crisis de la cultura occidental radica en la falta del compromiso familiar, por el hedonismo relativista preponderante. Un aspecto a tener presente en este compromiso de amor será comprender que el ser humano lleva un defecto de fabricación, llámese pecado, defectos o malas inclinaciones; estas realidades hay que aceptarlas, incluso amarlas, pero a la vez, si realmente existe amor, ha de ser un motivo para luchar por superarlas cada día. Así habrá que ejercitarse en las virtudes familiares de la convivencia: la paciencia, el espíritu de servicio, la humildad, la delicadeza, la mansedumbre, el perdón, la comprensión, la abnegación, la comunicación, la tolerancia con los defectos ajenos… Como en los tiempos de Lot en Sodoma y Gomorra, la historia viene a repetirse, y 'los amores extravagantes' siguen siendo muy poco originales: llega a ser noticia que las 'bodas' entre mujeres supera a las de hombres; incluso se han llegado a celebrar 'sologamias' ('bodas' con uno mismo). El 'Santo Reino' continúa siendo la única provincia española que resiste el 'sorpasso' de los matrimonios civiles (1.119) a los matrimonios indisolubles (1.169). Esa 'resistencia' radica en mostrar su innegable belleza y las ventajas para los hijos. Ahora, el progresismo socialcomunista, que se desvive y hace desvivir a los concebidos y no nacidos, pretende implantar a los mayores de 70 años el 'amor eugenésico compasivo', dentro de su campaña del Estado de bienestar. Como si se tratara de un viaje de 'fin de curso' del 'Imserso' a China, para encontrar un 'remedio de amor' con el coronavirus. Ojalá hoy nuestro 'partner' pueda piropearnos y decirnos con María Dolores Pradera: «Hay amores de los buenos como tú».
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