Recesvinto
La Carrera ·
Es un hombre corriente y moliente que bien podría regentar una mercería u ocupar plaza como letrado mayor de las CortesJosé Ángel Marín
Lunes, 4 de noviembre 2019, 20:57
No es mal tipo, Recesvinto, ni tampoco bueno. Es hombre corriente y moliente que bien podría regentar una mercería u ocupar plaza como letrado mayor ... de las Cortes, quizá de las de Cádiz porque su semblante de escocido –a medio camino entre santo de El Greco y mancebo de botica con mal de amores- le otorga una especial fisonomía; viva imagen del estreñimiento aunque no sea ésa su personalidad.
Es un tipo que no vive de las rentas como fue habitual en su nobiliaria familia hasta hace poco, sino que come de su trabajo como docente en una universidad de abolengo (para mi tengo que lo contrataron por su genealogía más que por sus méritos, pero no me hagan caso). Allí imparte leyes tres días a la semana, aunque más bien las reparte y a él pocas se aplica.
Recesvinto, pese al nombrecito (empeño de su padre, catedrático emérito y gran devoto de los visigodos que a su primer hijo puso Recaredo), es persona llana que como muchos otros mortales suele confundir las adversidades que trufan su existencia con la desdicha del ser humano, digo, que sigue vivo sin mucho afán, que como tantos otros ni aprecia la vida ni añora la muerte, pero que gusta de ser cabal cuando toca y llamar a las cosas por su nombre.
Viste de racionalista pero a menudo se aferra al escapulario, a las canciones de Sinatra y a los álbumes de Louis Armstrong y Bing Crosby que también colecciona en CD. Aunque ahora vive solo, Recesvinto estuvo casado con una prima segunda por parte de madre, una dama achacosa de caderas escurridas y cara de virgen románica, pero con peor genio. Que sepamos nunca tuvieron hijos. Bien mirado, y dicho sea con todo respeto, para él enviudar fue casi bendición porque así pudo desalojar del piso aquel zoológico de perros y gatos en que lo había convertido su parienta, tan amante ella solo de los animales domésticos.
Recesvinto no es premio Nobel ni tampoco un atolondrado. Quizá a veces algo exaltado pues no siempre repara en sus propias lagunas, oceánicas algunas, al juzgar temas que no domina; digamos que tiene esa común propensión a confundir el mundo con su oficio.
Hasta ahora no les había hablado de él porque tía Gertrudis –que sí sabía de su existencia– me lo tenía prohibido. Pero como el tipo es colega, está por jubilarse pronto y además me autoriza, aquí lo saco. Y lo hago encantado porque creo que ha opinado con tino sobre el secuestro y prostitución de las universidades catalanas cómplices del independentismo feroz. Y como esta vez lo hace sin nostalgia y desde la sensatez de quien conoce el paño, por eso lo traigo a colación y lo presento al amable lector de esta columna, pese a que la tita Gertrudis no ha dejado de disuadirme de ello todo el fin de semana.
Lo hago llegados a este punto ya que hay pocas cosas nuevas bajo el sol –incluidas las elecciones del 10N- y sigue siendo necesario precisar con nitidez cuál es el papel asignado a la universidad, ahora que nada parece estar claro.
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