La realidad autonómica
Puerta Real ·
La ambición educativa en lo autonómico consiste en reducir las expectativas mentales al vecindarioManuel Montero
Jueves, 12 de septiembre 2019, 23:01
Los libros de texto tienen que adaptarse a la realidad autonómica, pedía Castilla la Mancha. Así que sus alumnos estudiarán cómo es un motor según ... criterios locales. Sólo faltaba que tuvieran que seguir aprendiendo el mecanismo de la palanca de cambio atendiendo a lógicas ajenas, castellanoleonesas, gallegas o andaluzas. O doblando la cerviz educativa ante conceptos estatales, opresores por naturaleza. Tiempo es ya de acabar con ese yugo insoportable de saberes compartidos. Imaginar que al estudiante español le caben en la cabeza los mismos ríos, montes, reyes históricos, geometrías, senos y cosenos ha originado nuestras deficiencias colectivas. Esa es la idea.
No sólo Castilla-León. Todas las autonomías tienen sus exigencias/sugerencias. La historia autonómica es la historia de la fragmentación cultural.
El catalán quiere que le quiten Reyes Católicos y le pongan a Wilfredo el Velloso; el canario, que termine la necesidad de que los isleños estudien los ríos, pues ninguno tiene digno de tal nombre y el propio concepto le es ajeno, para qué llenarse la cabeza de inutilidades. En la misma lógica habría que eliminar el estudio de islas y archipiélagos en las comunidades sin costa, Extremadura por ejemplo, pues a los lugareños les resultará un concepto abstracto, etéreo, inaprensible e inútil.
Nuestros pedagogos autonómicos nacen en Bolivia, Chequia o Afganistán y eliminan de los libros de texto locales la existencia de mares y océanos. Para qué los van a necesitar sus criaturas, abocados a pasear por praderas y montañas: saber que más allá de la cordillera existe una masa de agua les exigiría una abstracción estresante, al margen de las frustraciones que ha de provocar imaginarlo a quienes no conocen ese curioso fenómeno.
La ambición educativa en lo autonómico consiste en reducir las expectativas mentales al vecindario: que se estudie zoología vasca, escritores riojanos, navegantes motrileños, «meteorología mundial: el caso de los Monegros»; se sobreentiende que cada caso en exclusiva, con expurgo de alusiones a la foraneidad.
A Newton le cae la manzana en una de nuestras praderas autóctonas y no habría establecido la ley de la gravedad como principio universal, sino como una curiosidad de Almendralejo y andarían nuestras autoridades comparándola con las de otras localidades –Magaluf, Rasputín de la Frontera y Apatamonasterio–, por si funciona igual, con el fin de colocar la estatua con la leyenda laudatoria: «A Newton, virtuoso de la dulzaina lagarterana e inventor de la ley de la gravedad comarcal», pues el afán autonómico no es la universalidad sino la gloria local. Su gran ilusión: que Despeñaperros fuese la Gran Muralla China, para llegar al aislamiento definitivo.
Un consejero autonómico de cultura se tiene que ver como el renovador de la sociedad por la vía educativa. Si en música estudian mayormente el tambor rociero, como se pretende, redondeas la formación cultural de la próxima generación, asegurando la prosperidad de la raza por un siglo.
Tiene su miga la «realidad autonómica», pareado que da en oxímoron, pues las autonomías tienen tendencia a escurrirse de la realidad: subvenciones aparte, el personal tiene menos entusiasmo localista de lo que suponen sus mandos, cuyo poder depende de que creamos en tal entusiasmo.
El corolario es el principio de autoridad. Te dicen que has de respetar la realidad autonómica y ni rechistas. No es de hoy la costumbre de vivir en Babia.
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