Qatar: el balón no es redondo
En el Mundial de Qatar se ha puesto de relieve, como nunca, la controvertida relación entre deporte y política
Javier Roldán Barbero
Martes, 20 de diciembre 2022, 23:27
El gran Albert Camus dejó dicho que cuanto sabía de la moral y de las obligaciones se lo debía al fútbol. Desde luego, tal afirmación ... es excesiva. Pero es verdad que en el fútbol se dibuja el mapa humano de las emociones: pena, alegría, ansiedad, miedo, esperanza y desencanto… El fútbol tiene su lógica y sus razones, pero en él los sentimientos y el azar juegan también un papel determinante.
Como sentimiento colectivo, el patriotismo, aun con sus excesos y sus lacras, puede canalizarse pacíficamente en el fútbol, ayudando a vertebrar y a estimular un país tan polarizado, tan empobrecido ahora como Argentina, que cuenta, sin duda, con mejores futbolistas que políticos. En torno a cada selección gravitan estereotipos nacionales, algunos cambiantes como la tradicional eficacia y contundencia de Alemania.
Pero, junto al nacionalismo, un Mundial también nos habla de la globalización, con selecciones no occidentales emergentes, de la pluralidad de mentalidades, del mestizaje de aficiones y jugadores con identidades nacionales y afectivas múltiples, de la inmigración como factor posible de enriquecimiento para tantos países (Francia, sin ir más lejos). La estructura de poder político en la sociedad internacional no coincide con la estructura de poder futbolístico. China o India siguen siendo muy secundarias en el balompié, en tanto que Occidente, incluido el otro Occidente que es Iberoamérica, se mantienen como hegemónico, pese al declive que experimenta en otros terrenos.
En el Mundial de Qatar se ha puesto de relieve, como nunca, la controvertida relación entre deporte y política. En primer lugar, con los episodios de corrupción para la adjudicación de la sede y, más tarde, para blanquear la imagen reputacional del país (el 'sportwashing'). La corrupción es una plaga interna y también internacional, privada y pública. Y las autocracias manejan su dinero para corromper y distorsionar a las democracias nacionales.
Qatar, como anfitrión, se ha expuesto al ojo crítico mundial sobre su obsceno desparrame dinerario y sobre las fuentes de su riqueza, mal distribuida: los combustibles fósiles que aceleran el cambio climático.
Pero es en lo referente al ámbito de los derechos humanos donde el registro de Qatar aparece más notorio y deplorable. El 'Mundial de la vergüenza', ha titulado Amnistía Internacional, con especial énfasis en la situación de algunos colectivos, como mujeres y homosexuales, así como en el de los trabajadores migrantes, estos últimos fallecidos por centenares, quizá millares, en la construcción de las infraestructuras. A partir de aquí el mayor espectáculo de masas, que es una Copa del Mundo de fútbol, ha disparado los dilemas éticos sobre si los derechos humanos son universales o relativos, sobre si el estado de estos derechos mejora aislando a los países recalcitrantes o fomentando su apertura al mundo, sobre el doble rasero y la hipocresía que practica Occidente al respecto y sobre su propio deber de dar ejemplo antes que lecciones.
El historial de Occidente, y su mismo presente, no son ciertamente modélicos, pero eso no nos debe refrenar para verbalizar los atropellos cometidos a la dignidad humana en otros países (no debemos sostener una visión nacionalista de la política, consistente en defender solo a las mujeres y a los homosexuales compatriotas). Otra pregunta es si los futbolistas, ellos mismos, deben abrazar públicamente causas políticas. Honor a los jugadores iraníes que se negaron a cantar el himno nacional en su primer partido como señal de repulsa por la brutal represión en su país. Ellos sí se juegan el pellejo a su regreso, y no los jugadores europeos que pretendían lucir un brazalete arcoíris.
Así las cosas, cada ciudadano de este mundo mundial ha parecido contraer una responsabilidad individual y ejercer un acto político o moral por ver, o no ver, los partidos de Qatar. Es una de las manifestaciones de nuestro tiempo: qué puede hacer o dejar de hacer cada uno de nosotros para procurar un mundo mejor, o menos calamitoso.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión