Purullena, un pueblo del interior
Tras la conquista del reino nazarí de Granada, pasó a ser Villa Real adscrita a la Corona, y así gozó de regidores y escribanos
Carlos Asenjo Sedano
Viernes, 10 de julio 2020, 23:12
Aunque el turismo está a favor de los pueblos costeros, la realidad es que existen otros pueblos en el interior de nuestra provincia que tienen ... su particular encanto. Y me refiero no a las acrisoladas ciudades con títulos e historia de nobleza, sino a los otros más pequeños llamados antaño aldeas, villas, lugares... Y en este caso concreto me refiero a la villa de Purullena.
Purullena, la que fue Villa Real de Purullena, por consiguiente vinculada y dependiente de la Corona, como las llamadas ciudades reales, procede, según algunos arabistas, de su topónimo 'Bury', palabra árabe, alusiva a existir allí, en aquella época, una torre o fortaleza. Pero con más erudición y conocimiento, Menéndez Pidal ya sentenció que ese topónimo procede del latino 'Purulius', titular de la villa sita ahí en tiempos de la colonia J.G.Acci, como lo fueron asimismo Graena, Exfiliana, la inmediata a Paulenca. Es decir, una de las numerosas villas que rodeaban aquella colonia accitana en el s. III, transformadas, más tarde, en poblados que alcanzarían la categoría de aldeas y municipios
Purullena, pues, sobre esa villa romana, tras la conquista del reino nazarí de Granada, pasó a ser Villa Real adscrita a la Corona, y así gozó de regidores, escribanos –cuyos legados pueden verse en el archivo de Guadix– y otros servicios propios de las villas reales. Su prosperidad se debe, en buena parte, a situarse en la inmediaciones del 'flumen hortus' de los latinos transformado en Fardes por los musulmanes, en su confluencia con el río Grande de Acci y el otro llamado Alhama, por sus baños, amén de ser paso de la carretera Almería/Cádiz, ahora sustituida, a sus espaldas, por la autovía.
Siendo mora, la transitó Yusuf II o Mohamed V –según Ibn al Jatib– que nos cuenta que en sus inmediaciones acampó la comitiva real mora, a cuyo espectáculo acudieron infinidad de lugareñas, según él, con el rostro descubierto, señal de que, entonces, las granadinas no usaban del velo en el rostro, que fue novedad impuesta por los fatimíes de Egipto. Lo que no impedía que los mozos del lugar –moros y cristianos– rondaran los baños de Graena para ver desnudarse pecaminosamente a las bañistas, lo que obligó a intervenir a la autoridad competente.
No es verdad que en la confluencia inmediata de los ríos citados, Fardes y Alhama, se situara, en tiempos ibéricos, el poblado de Acci, un invento del canónigo Pedro Suárez, el de la historia del Obispado de Guadix/Baza, muy dado este clérigo a estas invenciones y novedades. Tampoco es verdad que los Reyes Católicos, tras la Toma de Guadix, en su desplazamiento hacia Córdoba, pasaran por Purullena, ya que lo hicieron por la vía romana, que por el Bejarín comunicaba Almería con Jaén pasando por Acci/Guadix. Lugar urbano transformado en buna parte en cuevero, por su geografía arcillosa, no parece haber sido repoblado con cristianos viejos tras la guerra de Granada de 1568/ 70, como lo da a entender su fonética y la numerosa población gitana tan distinta de la escasa del Cenete, que sí fue repoblado, amén de la profusión del hábitat cuevero, en competencia con el de Guadix, y con los mismos orígenes. Y, ya cristiana, edificó su Iglesia parroquial a cargo del alarife Baltasar de la Hoya, en 1558, cuyo retablo labró su compañero A. de la Vega, y decoró Dionisio Dávila. Una Iglesia mudéjar con valioso artesonado ochavado de magníficas tirantas, coronado todo por una torre singular a tono con el paisaje arcilloso.
Pero de Villa Real hete aquí que el rey Felipe IV, en el año 1627, la enajenó como señorío, con título de marquesado, en favor de doña María de Benavides y de la Cueva y Sandoval, de Guadix, hija del marqués de Jabalquinto, que instaló palacio en Purullena, junto a la Iglesia, título que sus descendientes vendieron en 1751 al indiano Agustín Ramírez Ortuño que edificó su casa nobiliaria en el Puerto de Santa Maria, en la cual se albergó la reina Isabel II en su visita a aquella ciudad. La visitó y nos lo contó el viajero inglés Townsend, en el s. XIX, sorprendido de su urbanismo lunático. Su entorno es abundante en yacimientos arqueológicos de todas las épocas, sobre todo en la Cuesta del Negro. Como asimismo es rica en mitos y leyendas alusivas a bandidos románticos y otros episodios. Y como toda Villa Real que se precie, también luce, hoy, su triada de humanistas. El latinista Rafael C. Samaniego, el ya famoso en antologías poéticas, el fraile G. Praena, y el ingeniero de caminos J. Sánchez Praena, que hacen sombra a la otra triada de Guadix, la de Antonio Enrique, C. Hernández Montalbán y Miguel A. Contreras. Y otras interesantes curiosidades que por razón de brevedad no cuento aquí.
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