La Universidad de Almería ha acogido la primera Jornada Internacional 'Perspectiva y Debates Feministas en Sexualidad: el caso de la prostitución' en el que se ... han analizado los mensajes que se consumen a diario desde los medios de comunicación y redes sociales sobre la trata, la prostitución y la sexualidad de la mujer, además de la normativa y situación de la prostitución en diferentes países. También se han estudiado diferentes perfiles de mujeres que han sido víctimas de trata y otras que, al contrario –y según dicen– ejercen la prostitución como una salida laboral. Es el caso de la argentina Georgina Orellano que se autodenomina 'trabajadora sexual' y que ha publicado un libro en el que se considera una mujer feminista porque ejerce la prostitución voluntariamente como método de vida. Ahora bien, quiere –lógicamente– ser respetada, así como el resto de sus compañeras y por eso lidera un sindicato de 'trabajadoras sexuales' muy contenta con la profesión y con el feminismo en sí. Con todos mis respetos hacia Georgina Orellano y su sapiencia sobre la materia, el feminismo no es sinónimo de prostitución. Es más, son agua y aceite.
Es cansino ver cómo se ningunea con el término cuando alguien se quiere empoderar a costa de lo que sea. Que si quien ejerce de vientre de alquiler es feminista, que si quien ejerce la prostitución voluntariamente es feminista... Pues no. Feminista no es ser poderosa, sino perseguir la igualdad real entre hombres y mujeres y rechazar cualquier tipo de discriminación hacia nosotras, hacia las mujeres, y la prostitución es discriminatorio. No puede ser legal, constituyente y socialmente respetado que alguien –hombre, en la mayoría de los casos– puede pagar por usar nuestro cuerpo como le convenga. Georgina hace, en algunas de sus entrevistas, una salvedad. «En muchos casos se puede dar la situación de que una prostituta esté dando un servicio y el cliente se sienta impune al realizar algo no consensuado. ¿Cómo salir de una situación así?», se pregunta. Entiendo que la 'trabajadora sexual' debe tener, como cualquier negocio, una hoja de tarifas y servicios y, por supuesto, una hoja de quejas y reclamaciones. Por desgracia, la 'trabajadora sexual' está absolutamente expuesta a todo lo que quiera el pagador. Y con la trata, peor. La prostitución libre y democrática que promueve la argentina tiene como marca blanca la trata y ambas son absolutamente intolerables y han de erradicarse. ¿Vamos a normalizar trabajos que son de naturaleza discriminatorios, vejatorios y, con suerte, ilegales? La prostitución no es una salida laboral, es una situación de desventaja de la mujer hacia el hombre por lo que nunca jamás puede ser considerada un acto de feminismo en el que, además, existe una transacción económica de por medio. El cuerpo de una mujer no es una tienda, no es un supermercado, no es una máquina expendedora de actos sexuales de la índole que se estime. En absoluto. Si alguien escoge voluntariamente ejercer la prostitución porque «no le quedaba» otra cosa que hacer debe seguir buscando y hay que propiciar ese escenario desde donde sea posible. Es como quien elige robar, defraudar al fisco, estafar a la gente o traficar con órganos como método de vida porque no encuentra qué hacer. Todos son actos delictivos.
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