Privilegio de cantamañanas
La Carrera ·
En los manuales se llaman prerrogativas parlamentarias a estas prebendas ideadas para políticos que tocan pelo legislativoLunes, 30 de diciembre 2019, 23:19
Fue bonito mientras duró, pero hasta aquí hemos llegado con el sueño europeísta en el que tantos creímos. Europa se va al carajo, y lo ... digo con pena. Este 2019 que hoy termina es un hito en la demolición de cuanto constituía el ideario de aquel grupo de fundadores de la UE (cito algunos: Adenauer, De Gasperi, Monnet, Shuman, o el mismísimo Churchill).
Sí, aunque parezca increíble el proyecto común europeo se hace añicos y no ha hecho falta que vengan del desierto para hacerlo estallar. No se trata de una explosión provocada por foráneos, nada de turbantes; los bárbaros están dentro y hasta visten toga. Europa 'implosiona' por falta de liderazgos y tras poner sus instituciones en manos de una corte de perfectos cantamañanas que carecen de visión estratégica y abortan lo que hubieran sido los Estados Unidos de Europa. Insisto, de la debacle europea nos hemos encargado nosotros mismos, y pondré solo dos ejemplos recientes que conozco por razones profesionales. Me refiero al fiasco de la euroorden y a los bandazos del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), órgano que –se supone– interpreta la legislación comunitaria y garantiza que su aplicación sea uniforme en todos los países miembros, Corte que -mire usted por donde- preside un belga (uno de esos flamencos tan amantes de lo español desde que conocieron al duque de Alba y los Tercios de Flandes), siendo un señor de Chequia –donde también tienen en alta estima lo hispano– el que ha redactado la sentencia sobre Junqueras, sublime pieza jurisprudencial que reinventa 'inmunidades' que –claro– solo amparan a los políticos; al resto de los mortales que les vayan dando.
De estos privilegios parlamentarios quisiera comentar algo pues, desde mi punto de vista, supone un despropósito colosal seguir manteniendo hoy día para la clase política esta retahíla de prebendas anacrónicas de las que gozan eurodiputados y políticos nacionales. Más aun si –como ya indiqué la semana pasada– la ubre de las prerrogativas es ordeñada por los políticos no para cumplir su labor legislativa, sino para zafarse de la acción de la justicia. Eso sin entrar en el análisis de lo que canta la sentencia de Luxemburgo sobre los requisitos formales que –al parecer– ya no son importantes, cuando son cruciales para que el Derecho se cumpla.
En los manuales se llaman prerrogativas parlamentarias a estas prebendas ideadas para políticos que tocan pelo legislativo. Ventajas que tuvieron sentido hace mucho tiempo, en aquel mundo sin derechos y sin separación de poderes. Pero, ¿qué sentido tienen en la actualidad tales privilegios? Me refiero a la inmunidad, la inviolabilidad y el aforamiento. Ninguna de esas prerrogativas tiene hoy sentido, salvo para mantener el chollo que corresponde solo a unos pocos. No me extraña que sosteniendo semejantes privilegios –anacrónicos como el derecho de pernada- Europa sea devorada por sus propias contradicciones.
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