Hacer preguntas
Cátedra Filosofía UGR ·
SILVIA BEVILACQUA
Martes, 2 de agosto 2022, 00:44
Si tradicionalmente podemos decir que la voluntad de saber del sujeto se enfrenta con regímenes de verdad ya existentes, hoy día es más probable que ... con un régimen de falsas verdades. Pudiendo también admitir un relativismo de la verdad y la necesidad complementaria de un deseo de investigación, lo que nos pasa hoy, en relación con la manipulación del saber y de la información es un debilitamiento del sujeto en esta tensión en favor de la aceptación inmediata de una respuesta con un efecto veloz y confirmador. Aunque paradójicamente disponemos de 'motores de búsqueda' es precisamente la búsqueda la que se ve comprometida en la base. En pocas palabras, no solo quien conoce ha perdido una cierta curiosidad intensa, sino que quienes deberían dar a conocer (los medios de comunicación, la educación, la escuela) no dan por supuesto que al otro extremo de la línea hay un sujeto de investigación, más bien esperan (como en los mejores dispositivos coercitivos) que el otro haga las menos preguntas posibles y no interrumpa el orden del discurso.
En definitiva, no sólo los que saben han perdido cierta curiosidad febril, sino que los que se supone que hacen saber (los medios de comunicación, la educación, la escuela) no presuponen un sujeto investigador al otro lado de la línea, e incluso esperan que (como en los mejores dispositivos educativos coercitivos) el otro haga el menor número de preguntas posible y no interrumpa el orden del discurso.
Lo que está surgiendo es una desertificación de todas aquellas actitudes que, en la infancia en particular incluso en su edad más temprana, son indicadas como contra fácticas y representan una actitud de conocimiento dubitativa, imaginativa y cuestionadora. Se trata más sencillamente de la posibilidad de hacer preguntas y facilitar el proceso de pensamiento.
Hacer una pregunta no significa solo buscar una respuesta, sino manifestar una necesidad de conocimiento ulterior, de conocer de otro modo, de suspender el saber incluso en relación con la experiencia del sujeto consciente de que no es dueño de las cosas ni de la verdad, sino un sujeto móvil, en el tiempo y en el espacio, en el ejercicio del conocimiento. La práctica constante del preguntar favorece la frecuencia de esas preguntas infantiles empeñadas en indagar sin freno y de manera constante lo que encuentran. Semejante frecuencia permite que el todo no se desvanezca en el hábito de cualquier cosa prevista y dada, sino que se someta a un ejercicio de una atención prolongada. Interrogarse, preguntar, poner en duda, son elementos esenciales en el mundo y en cualquier recorrido formativo formal o informal, para adultos o para la infancia y la adolescencia. En cualquier ámbito en el que se da el saber y la información hoy día, no solo estamos en contacto con lo incomprensible sino con la manipulación de lo que se presenta como comprendido y sabido, por lo que todo tema debe hacerse problematizarse y cuestionarse para poder hacer frente a estos dispositivos del poder.
Preguntar es una conversación, un ejercicio comunitario de búsqueda, un modo de sobrevivir. Su proceso narrativo ayuda a sobrevivir en su ser como relación viva con el lenguaje y el concepto, con el propio pensamiento y conciencia, en un juego de facultades imaginativas, críticas y relacionales.
Perturbar lo existente levantando la mano o tomando la palabra directamente para hacer una pregunta es uno de los ejercicios o actitudes que la infancia puede enseñarnos.
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