Si entendemos la cultura como lo que es, la raíz de un pueblo, nunca entenderemos que las mujeres, que damos vida, sigamos ocupando dentro del ... ámbito cultural los espacios de exclusión y hablando de programas específicos para que éstas, en general, tengan acceso a la misma como 'grupo en riesgo de exclusión'. Es muy triste ver cuánto se ha alejado la cultura de los espacios comunitarios y del origen de sí misma como forma de expresión y comunicación en pos del elitismo cultural que no hace sino desviarnos cada vez más de lo que es en sí misma la cultura como espacio de encuentro, de crecimiento, de reflexión…
Así entendí siempre la cultura en general, y el teatro en particular, siguiendo los pasos de las primeras mujeres, primero en mi pueblo, Torreperogil, que durante los últimos años de franquismo ya utilizaban los escenarios como espacios de reflexión y lucha, con Julia y Leonor a la cabeza, en Teatro Arena, y así lo seguí entendiendo, de la mano de Ilda Fava y Dora Albardíaz, a nivel provincial, cuando me lancé a la aventura, y con poco más de 15 años me metí en la piel de las mujeres de Franca Rame y Darío Fó llevando a los espacios de encuentro de hombres y mujeres, historias duras de mujeres invisibilizadas en un mundo patriarcal que, en muchas ocasiones daban lugar a los insultos de los 'machos ibéricos de turno' y las amenazas por generar preguntas incómodas y difíciles de responder por parte del género masculino. Y es que la cultura tiene un poder transformador impresionante, y así lo he comprobado a lo largo de más de 30 años de trabajo profesional en las artes escénicas, en su diferentes ámbitos, dramaturgia, dirección, interpretación, investigación, docencia.
«¡Abramos las puertas de los teatros y ocupemos las calles y plazas, llenemos de pluralidad el mundo y seamos justos con la palabra cultura que no es otra cosa que raíz y diversidad!»
Nati villar
En estos 30 años he podido trabajar con mujeres que tienen mucho que aportar y que dignifican las artes escénicas, y no me refiero únicamente a profesionales, sino a mujeres anónimas que encierran un caudal creativo impresionante que debería ser valorado justamente y puesto al servicio del bien común en pos de la construcción de un mundo mejor.
Recuerdo que hace 15 años, trabajando con un grupo de mujeres víctimas de violencia de género, pero que no eran conscientes de ello, (hay violencias sutiles e institucionalizadas que permanecen ocultas) una de las mujeres salió a escena, rompiendo un muro de silencio de años; después de la función se perdió entre el telón y no sabía cómo salir del escenario. ¿Hasta qué punto había tocado el teatro a esta mujer? ¿Tenemos, pues, que seguir clasificando este tipo de experiencias como ligadas a grupos en riesgo de exclusión o tenemos que abrir los telones y desaforar los escenarios para que las mujeres tomen la palabra desde todos los ámbitos de las artes escénicas?
¡Ya está bien! ¡Abramos las puertas de los teatros y ocupemos las calles y plazas, llenemos de pluralidad el mundo y seamos justos con la palabra cultura que no es otra cosa que raíz y diversidad!
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