Poca cobertura
Puerta Real ·
Es pavoroso constatar hasta qué punto nuestra comunicación se esta no solamente modificando sino deshumanizandoMaría Dolores Fernández Fígares
Martes, 30 de julio 2019, 21:48
Todavía es pronto para hacer diagnósticos sobre el uso que hacemos de las nuevas tecnologías de la comunicación, y cómo afecta a nuestros cerebros, a ... nuestras vidas. Pero ya suenan voces que nos alertan de las posibles consecuencias que pueden tener si las manejamos con la falta de prudencia que parece característica de la mayoría de los seres humanos.
Hace poco nos enteramos de que los más famosos directivos de Silicon Valley restringen a sus hijos el uso de móviles y tabletas, porque no se fían de sus efectos en sus cabezas. Y empieza a ser tendencia recomendar a la gente, adultos y menores que se sometan a una especie de curas de desintoxicación, prescindiendo de esos mini ordenadores que nos enganchan de manera voraz. Hasta los hábitos laborales se ven afectados, por no hablar de las relaciones entre las personas.
Es pavoroso constatar hasta qué punto nuestra comunicación se está no solamente modificando sino deshumanizando. Te dicen «ya he hablado con él», pero no quieren decir que se encontraron y hablaron de lo que tenían entre manos, no, hablar con él significa que se enviaron mensajes por el móvil, no vieron sus caras, ni pudieron interpretar los gestos y tuvieron que condensar en palabras equívocas sus sentimientos, sus ideas. Con lo difícil que es eso: sintetizar, condensar, omitir ciertos matices…
Igual de intolerable y peligroso es que los usuarios de estos instrumentos que ponen a nuestro alcance tanta sabiduría y conocimiento de la verdad prefieran entretenerse y dar crédito a la mentira, a las llamadas 'fake news', o noticias falsas que alguien con más o menos mala idea se dedica a inventar y difundir. Y lo peor es que da la impresión de que la mayoría acepta con más facilidad lo que es falso y desconfía de lo verdadero, cuando debería ser al revés. Ya digo, todavía es pronto para calibrar los efectos de estos usos y costumbres, pero cabe adelantar la hipótesis de que nos estamos volviendo más tontos y más fáciles de manipular por quien sea.
Estos días se ha puesto en evidencia una consecuencia inquietante para nuestra vida colectiva de la dependencia generalizada de los artefactos que interfieren en nuestras comunicaciones, que deberían ser más cercanas, más humanas. Ahora resulta que la falta de acuerdos que padece la vida política se debe en parte a la cerrazón de los presuntos dialogantes y en parte a que no utilizan el mismo método digital para ponerse en contacto. Las informaciones que han publicado periódicos serios han ofrecido detalles sobre esto. Se han reunido alguna vez, más bien pocas, pero una buena parte de sus negociaciones se hicieron por medio de redes sociales, lo que nos da una idea de la frivolidad, la superficialidad, o incluso la estupidez. El gobierno de un país no se puede solventar en unos cuantos mensajes de whatsapp y encima con desencuentros. Falla la cobertura.
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