Una Plaza de España en y para Granada

En cualquier caso, la hoy llamada Puerta Real, obviamente alusiva a una puerta urbana que, aseguran, se edificó para dar la bienvenida al rey Felipe IV, que seguramente accedió a la ciudad por esa puerta, no heredera de las muchas de la época nazarí. Si es así, la puerta aludía más al interior urbano –hoy Mesones– que a la explanada que hoy se extiende alrededor de la Fuente de las Batallas, ya que entonces, y hasta muy pocos años, esa explanada, cruzada por el río Darro al descubierto y funcionando como alcantarilla, no era el lugar más apropiado para apellidarlo con un nombre de alta calidad, mientras lucía su famoso y antiestético embovedado, hasta hace unos años, con sus indispensables puentecillos para acceder de un lateral a otro.

Pero tras el embovedado del río Darro en Reyes Católicos –aunque Ganivet renegara de ello–, la mejor solución para esa zona, desde plaza Nueva a Puerta Real, tras la guerra (1936-39), los sucesivos ayuntamientos no han descuidado un instante el ir reformando esa explanada, primero domesticando el río a zonas subterráneas; luego tanteando el mejor espacio para la circulación rodada; después, por fin, instalando en su centro un monumento de referencia, símbolo muy granadino, como es la Fuente de la Batallas (no sé porqué se llama así) desde la plaza de los Lobos. Y acertando a instalar la vía de circulación rodada en un lateral sin incidencia estética en el conjunto de la explanada, con lo cual, tras estos tanteos, la explanada centrada por esa Fuente de las Batallas se ha convertido en la estampa más definitoria de la ciudad de Granada. Hablar o citarse en Granada, hoy, además de la Alhambra que es punto y aparte, Granada, sobre todo, se manifiesta, se expresa, se canta, se luce en esta explanada que, curiosamente, no tiene nombre propio, y sí sólo marginales, «la de la Fuente de las Batallas; la de Puerta Real...», apelativos que sirven, más o menos, para situarla en el conjunto urbano, pero que no aluden a su derecho de ser llamada con el nombre relevante a que tiene derecho por su belleza.

Por eso –y he aquí una petición municipal– creo que es llegado el momento en que esa explanada reciba su nombre propio y mayestático, y no el referencial de otros topónimos colindantes. Un nombre propio de la calidad que la ciudad, y este lugar, esta hermosa ya plaza que no explanada, se merecen. Y creo que el mejor topónimo es el de bautizarla con el de Plaza de España. Por sus connotaciones históricas, por su adecuación a la simbología de esta ciudad y porque a tal señor, tal honor, amén de ser sus padrinos los señores Reyes Católicos. Y para una plaza como ya es, para esta bellísima plaza y sin par plaza, centro neurálgico de la ciudad, ningún otro nombre le vendría más adecuado que este de Plaza de España, alusión directa a que ahí se fraguó la definitiva unión de todos aquellos reinos que se afanaron por reconstruir aquella Spania rota por la morisma, y perdida por el desgraciado don Rodrigo, el de Guadalete, que Dios tenga en su gloria.