Se nos fue Pilar
Huesos de Aceituna ·
Una mujer como ella no merecía menos que gozar del calor de un gran número de personas, de tal modo que nunca parecía estar solajosé luis gonzález
Sábado, 25 de abril 2020, 00:06
Ayer nos dejó Pilar Palazón. Al parecer, un virus –nada que ver con la Covid-19- fue la causa principal del triste desenlace. En casa ... supimos de ello por un post en redes sociales de Pilar Mariscal. Enseguida se nos vino a la cabeza su nutrido e inquebrantable grupo de amigas, de esas de toda la vida, alguna de ellas muy querida también por nosotros. Del mismo modo, nos acordamos de sus amigos varones con a los que nos unen fuertes lazos de amistad. Una mujer como Pilar no merecía menos que gozar del calor de un gran número de personas, de tal modo que nunca parecía estar sola. Siempre de aquí para allá, viajando dentro y fuera de nuestras fronteras, organizando eventos, luchando por una causa o por la otra. Dedicando sus últimos e intensos años a la Asociación Amigos de los Íberos y logrando metas que parecían imposibles en esta provincia. Muchos artículos glosarán los próximos días su vida y su obra: su decisiva aportación al impulso del Museo Íbero, su Medalla al Mérito de las Bellas Artes –concedida recientemente-, su Medalla de Andalucía, etc, etc.
Mi relación personal con ella se limitó a algún que otro almuerzo, alguna visita a su casa y, por supuesto, al cálido saludo cada una de las muchas veces que coincidimos en representaciones teatrales, reuniones o actos diversos. Pero es a través de mi marido y de dos amistades –amigo y amiga-, ellos sí íntimos de Pilar, que he podido ir construyendo durante las últimas casi dos décadas una imagen fidedigna de esta mujer irremplazable. Hasta el punto de que se me antoja tan afín como si la hubiera conocido toda mi vida. Profesora vocacional y referente progresista, luchó por sus ideales desde que tal audacia podía costar la cárcel o incluso la propia integridad física. Una mujer que se salía, junto a otras pocas en la capital jienense, de los estándares que la moral nacional católica les marcaba. No en vano fue la primera mujer concejal de nuestra democracia en esta ciudad, y desde la concejalía de Cultura, con los años que yo cuento hoy, dio a conocer su amor por nuestra historia, por nuestro arte y, sobre todo, por nuestra libertad.
Con fuerza, con carácter y con una fe inquebrantable se embarcó en la consecución de sus proyectos para una ciudad como la suya y una provincia como la nuestra. Había tantas cosas por hacer… Pero era ella y gente como ella la que todos y todas necesitábamos para impulsarnos con el resto del país hacia un terreno fértil pero inexplorado durante cuatro décadas. No era nada fácil el desafío. Hacía falta valor y, sobre todo, optimismo. La mejor arma fue su amplia y permanente sonrisa. Parece mentira que cupiera tanto brío y tanta fortaleza en un cuerpo tan pequeño y aparentemente frágil. Cualidades que le acompañaron hasta el último de sus días. Ayer, en IDEAL, el compañero José M. Liébana hizo referencia a lo que le dijo al Rey, mirándole a los ojos y con una gran sonrisa, durante la inauguración del edificio del Museo Íbero: «Majestad, si me permitís hablar un momento, le pido y le suplico que, el 28 de febrero de 2019 –fecha estimada entonces- venga a inaugurar la colección permanente». Así era ella, clara y directa. Para lo bueno y para lo malo.
Con su grupo de viajes –siempre, más o menos, las mismas personas- conoció muchos países, de tal modo que en gran parte de las ocasiones que preguntábamos «y Pilar, ¿dónde está?», la respuesta era «de viaje». Estuvo en Jordania, EEUU, Alemania, Francia, Bélgica... Con setenta y ochenta y tantos, ¿cómo era posible? Fácil, era Pilar Palazón. Para relajarse, recurría a su casa de las Alpujarras, casi siempre rodeada de sus inseparables amigas. Se podría decir que en 87 años ha vivido como otras personas no podrían vivir ni en 187. De forma intensa, sin dejarse nada en el tintero, como si parar fuera morir. Y así nos dejó ayer, casi sin avisar, preparando su siguiente aventura. Por desgracia, dadas las circunstancias actuales, su despedida será intima por fuerza. A buen seguro, recibirá los honores que merece una vez que sea posible. Pero, sin duda, el mejor reconocimiento que se le podría ofrecer sería hacer realidad su sueño: que a no mucho tardar SM el Rey Don Felipe VI inaugurara la colección permanente del Museo Íbero.
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