Picaresca
«Para conseguir una ciudad habitable y cómoda para el ciudadano es necesario adoptar medidas valientes que, en su inicio, sean impopulares aunque el beneficio llegue más tarde»
Una semana antes de Nochebuena leí una noticia que me sorprendió no tanto por su fondo sino por la forma en que se argumentaba y ... justificaba su contenido. Resulta que la Ley de Cambio Climático y Transición Energética obliga a las ciudades con más de 50.000 habitantes a sacar los vehículos de sus centros urbanos y, en consecuencia, reducir el impacto medioambiental de la circulación. Para ello los ayuntamientos deben delimitar una zona que consideren más, en teoría, conflictiva en cuanto a contaminación que se conoce con el nombre de Zona de Bajas Emisiones (ZBE). El Ayuntamiento de Almería ya la ha delimitado y llevado a pleno, aunque no podrá aplicarse desde el 1 de enero como era preceptivo porque aún faltan algunas medidas por definir.
En Andalucía solo Sevilla ha hecho los deberes a tiempo y lo tiene todo listo para su aplicación. Fue la concejal de Seguridad y Movilidad, María del Mar García Lorca, la encargada de presentar a los medios esta ZBE. Y aquí viene la sorpresa. Al parecer en el Ayuntamiento de Almería están convencidos de que la capital es una ciudad amable donde la contaminación acústica, medioambiental y demás no existe.
Por eso, la ZBE delimitada por el consistorio y presentada por García Lorca es un conjunto de calles al oeste de la ciudad y a los pies de la Alcazaba por la que apenas circulan coches porque se trata de calles peatonales en su mayoría. Es decir que la responsable de Movilidad no cree que la ciudad tenga un problema de contaminación como así lo puso de manifiesto en una rueda de prensa en la que cualquier persona con un mínimo de sentido común se habría ruborizado al decir lo que dijo García Lorca, pero que esta ni se inmutó.
La concejal argumentó: «Cumpliendo este requisito que nos obliga el Gobierno, como es la delimitación del ámbito, a partir de ahí, ¿afecta en algo al ciudadano en el momento que se apruebe? No. ¿Va a tener que cambiar de vehículo? No. ¿Va a tener que poner alguna etiqueta en su vehículo? No. ¿Va a sufrir alguna restricción? No». Si esto no recuerda a las mejores épocas de la picaresca de este país, no lo recuerda nada. Porque, además, la concejal -pícara ella-, decía: «En el caso de Almería, llevamos la definición de este espacio, conforme a los estudios que se han realizado, sabiendo que la ciudad, en todo su conjunto es una zona de bajas emisiones»; una 'singularidad' que permite una movilidad «segura, saludable y sostenible». Y como a buen entendedor pocas palabras bastan obvió decir aquello de 'cumplimos con lo que nos obliga el Gobierno y en paz'.
Y, añado yo, cubrimos el expediente y miramos a otro lado para no tener que resolver un problema que la ciudad tiene de verdad, porque lo mismo me supone mucho trabajo afrontarlo. Almería tiene un problema de contaminación atmosférica, de contaminación acústica, de contaminación por las múltiples obras que se llevan a cabo sin ningún criterio racional de cómo realizarlas de la mejor manera y minimizando sus efectos negativos; un problema de contaminación por suciedad y polvo y si la concejal no lo cree así que vaya a preguntarles a los vecinos de Blas Infante, San Juan Bosco, Arcipreste de Hita o que se pasee por diferentes barrios con obras inacabables.
Me dirán que lo estoy mezclando todo y es verdad. Porque yo aspiro a vivir en una ciudad limpia, en la que las obras no se eternicen y se hagan con criterios de racionalidad porque no se puede tener una calle abierta llena de polvo en una ciudad de por sí sucia y polvorienta durante meses; zanjas que a los meses se vuelven a abrir no se sabe la razón o qué se olvidaron de hacer y calles que una vez abiertas se tapan y no se asfaltan; una ciudad sin ruidos, sin contaminación (lo mismo la concejal piensa que los ciudadanos no vemos esas pantallas en las que se recoge la contaminación por ozono); una ciudad con menos coches que para llevar a los niños al cole no hace falta ir en coche y, por supuesto, una ciudad sin dobles filas a las puertas de centros como las Jesuitinas, Compañía de María o Padre Méndez donde es un casos circular a determinadas horas del día. Una ciudad con un mejor servicio de transporte público que se conseguiría si esa ZBE fuese realista. Y yo lo entiendo.
Entiendo que la Zona de Bajas Emisiones no se delimite un poco más a la derecha de la capital porque eso supondría regular la presencia de vehículos y un castigo en las urnas por parte de muchos que parecen tener el culo pegado al asiento del coche. Pero para conseguir una ciudad habitable y cómoda para el ciudadano es necesario adoptar medidas valientes que, en su inicio, sean impopulares aunque el beneficio llegue más tarde.
Pero lo anterior es una cosa y otra la forma en que se presentan las cosas y, en este caso, la concejal ha dejado claro que esta ciudad le importa poco.
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