Siento que he perdido el norte, que por mucho que miro en los lares cercanos y en otros territorios más anchurosos, me cuesta encontrar en ... los ámbitos sociales, políticos, intelectuales, artísticos, científicos,…, paradigmas de humana referencia. Sí, claro que los hay, pero aquellos que podrían servir de guías para vislumbrar cernidas certezas, hombres y mujeres de fértil condición, están difuminados entre la barahúnda actual de zafiedad, hooliganismo y sinrazón, abocados a la indiferencia pública, volviéndose ellos mismos esquivos. Salvemos, sí, excepciones que son incontestables y vívidos modelos de cabal huella. Cualquiera tiene en mente a algunos de estos referentes que desde nuestra introspección son irreprochables. Nómina en la que puede estar el chef José Andrés, el filósofo Emilio Lledó, Nadal, y un buen número de señeros protagonistas. Sobre la marcha me acuerdo de Miguel Delibes y su fidelidad a una visión ética del mundo de la que nunca abdicó. Precisamente el 16 de este mes celebramos el centenario de José Saramago, Premio Nobel de Literatura, uno de los grandes referentes del pensamiento ético.
Entretanto, crecen como hongos líderes populistas, influencers, reyes de los reality–shows, mediocres todólogos trincheristas, emperadores de la platónica caverna, esbirros de la apariencia que dogmatizan con su impostura desde la inanidad, y también ídolos de la música, de la interpretación, del deporte, de la moda, que simplemente por estar en la cumbre de la fama marcan rumbos. Y es que hay que diferenciar entre líderes, ídolos, y verdaderos referentes. Un líder es aquella persona que dirige u orienta a un grupo, que reconoce su autoridad, pero puede no ser un referente. Un ídolo es aquella persona o cosa admirada con exaltación, pero puede estar vacío de valores. Un referente es algo más, aunque no deslumbre tanto en el cosmos del chisporroteo actual, aunque no sea socialmente reconocido como espejo en el que examinarnos. Un referente es aquella persona que marca modelos de comportamiento, desde valores y principios irrebatibles.
Entre los ejemplos de nuestra pérdida de referentes, creo que un caso paradigmático puede ser el de Maradona, un jugador extraordinario, uno de los mejores, o el mejor, de la historia. Su fútbol hizo feliz a millones de personas en el mundo, mayormente a las clases humildes. Pero junto al futbolista creció un hombre ególatra, arrogante, maleducado y machista, y su vida lejos de identificarse con el compromiso con las clases populares que lo idolatran en Argentina o Nápoles, y la ejemplaridad, fue lo contrario, un ser humano aferrado a su deriva. Sin embargo la maravilla de su fútbol, su venerada fama, hicieron que su desbaratada sombra no importara y tuviera acceso a los más altos estrados. Mientras, nos encontramos con Quino, creador de la inolvidable Mafalda, con quien tanto hemos disfrutado y aprendido, que se ha convertido en un referente intelectual de primerísimo orden. Para él nunca se abrió la Casa Rosada. Se me ocurre otra palmaria comparación: Donald Trump y el expresidente uruguayo, José Mujica. Una persona hedonista, conformista, idiotizada, pusilánime, consumista y relativista, no tiene referentes, no encuentra su rumbo, no sabe a dónde va. Parafraseando a Enrique Rojas, estamos ante un hombre que en vez de buscar, o ser él mismo, una brújula, se aturde con la veleta.
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