Pequeña exaltación de la poesía
De buenas Letras ·
El narrador no sabe si lo ha soñado o cree haberlo soñado, pero se acercan ya los días de mediados de junio en que Gerardo Diego vuelve a su SantanderANTONIO SÁNCHEZ TRIGUEROS
Miércoles, 19 de junio 2019, 22:48
El narrador conoció al poeta en el Centro Artístico de Granada allá a mediados de los sesenta, en aquel teatrito inolvidable, torpemente destruido. El narrador ... no sabe si lo ha soñado o cree haberlo soñado, pero se acercan ya los días de mediados de junio en que Gerardo Diego vuelve a su Santander, su cuna y su palabra, a pasear junto a la bahía donde «aguas con alma besan, huyen, lamen». Y el poeta vuelve sin falta desde hace casi veinte años a estar atento a la resolución del premio de investigación que lleva su nombre. El narrador y el poeta saben que dentro de unos días se fallará, en su decimonovena edición, el premio que fuera creado por su Fundación con el impulso y buen criterio de su directora la poeta Pureza Canelo, adecuadamente asesorada por los profesores Senabre (ay, triste ausencia) y Díez de Revenga (eficacia perfecta), con el concurso de dos mujeres únicas y sabias: Pilar Palomo y Rosa Navarro, y algunos nombres más (el narrador pide perdón por los olvidos).
Diecinueve años ya desde que comenzara esta prestigiosa iniciativa, justo en los albores del siglo, y que tuvo un brillante arranque con el primer estudio premiado, una nueva lectura histórica de la Generación del 27, del profesor de la Universidad de Granada, entonces muy joven, Miguel Ángel García. El narrador quiere hacer constar que ya desde el principio el propio nivel de los trabajos presentados situó a mucha altura los niveles de exigencia, que afortunadamente se han mantenido en todos estos años, y hoy los diecinueve estudios premiados, siempre con el tema de la poesía española de los siglos veinte y veintiuno, forman una valiosa reunión de volúmenes en una colección muy cuidada de la Editorial Pretextos, por lo que se puede afirmar que es una biblioteca imprescindible en cualquier centro del hispanismo mundial si se quiere estar mínimamente al día en estos temas. Por eso el narrador ha soñado o cree haber soñado que el gran poeta santanderino un año y otro en las noches de junio, «sobre la fauna de los libros raros», entra sigilosamente en la biblioteca de la Fundación, pasa sus manos cálidas y delicadas por los originales recibidos y goza del placer de la lectura de estos textos en los que con rigor y agudo sentido crítico sus autores han ofrecido variedad de temas y perspectivas: aspectos novedosos de clásicos del 27 (Lorca, Cernuda, Prados, María Zambrano o el mismo Gerardo), nuevas interpretaciones de grandes poetas contemporáneos (Valente, Brines, Claudio Rodríguez, Gimferrer, Talens), ensayos sobre valiosos poetas menos estudiados (Gil-Albert, Miguel Labordeta, Ángel Crespo, Diego Jesús Jiménez) y trabajos de conjunto sobre poetas forjados en el exilio (Serrano Plaja, Herrera Petere).
Precisamente dentro de unos días se presentará el ensayo premiado el pasado año del hispanista italiano Stefano Pradel: 'Vértigo de las cenizas. Estética del fragmento en José Ángel Valente'. Y el narrador, que sigue soñando o creyendo que sueña, dibuja a grandes rasgos la alegría de Gerardo Diego al saber que el acto se va a celebrar en la Residencia de Estudiantes, lugar «adrede» en que tanta poesía se respira; y el narrador por su parte ha tirado de fichero y descubre que en el cincuentenario de la muerte del gran Giner de los Ríos, José Ángel Valente publicó un precioso y largo artículo sobre el reformador rondeño que concluía así: «Tal fue la aventura espiritual de este gran creador de una 'sentimentalidad' nueva: el haber ofrecido a la España de su tiempo un ideal practicable, intentando crear para alcanzarlo una zona de convivencia, de buenas maneras, de buena hombría, de diálogo capaz de reconciliar contrarios, de armonizar lo grande y lo pequeño, de producirse con idéntica corrección intelectual y moral ante la naranja o el cosmos». Confluencia mágica el día de la presentación, y Gerardo, que no faltará a la cita, cantará al maestro: «Suene siempre su gloria en mis oídos».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión