Verde que te quiero verde, Granada
A veces las ciudades abandonadas a su suerte o que languidecen sin darse cuenta, miran sobre sí mismas para descubrir nuevos valores, territorios olvidados o maltrechos. Esa nueva mirada consiste en apostar por la Granada verde
Pedro Salmerón Escobar
Sábado, 1 de abril 2023, 22:56
Algunas ciudades poseen territorios de oportunidad, cornisas marítimas, frentes fluviales y portuarios, zonas industriales o espacios agrarios y boscosos, pero no todas los aprovechan. Se ... asocia como oportunidad lo diferente, como si el tejido urbano construido necesitara revitalizarse absorbiendo o incorporando otros tejidos, generalmente aportados por la naturaleza, pero también recuperando espacios abandonados o deteriorados capaces de brindar una alternativa vital a la decadencia.
Durante un periodo de tiempo excesivamente largo la ciudad de Granada y toda el área metropolitana han incentivado un modelo de conexión viaria con predominio del vehículo privado con motor de explosión en detrimento del transporte público y de las formas menos contaminantes de este. Solamente la reincorporación del tranvía en 2017 por la Junta de Andalucía, tras diez años de obras, ha venido a iniciar el rescate de un medio de transporte que hizo de Granada una ciudad avanzada en los inicios del siglo pasado, con una ambiciosa extensión comarcal y un servicio pionero a la Alhambra y Sierra Nevada.
El resultado de una política ausente de los avances del urbanismo moderno ha convertido a Granada en la segunda o tercera ciudad más contaminada de España con un entramado laberíntico de autovías que surcan, separan y parcelan una comarca conocida como la vega de Granada, especialmente rica en lo agrario y con un sustrato cultural muy potente con varios siglos de antigüedad basado en acequias, caminos, cultivos y edificaciones agrarias e industriales.
La voracidad del modelo ha provocado una expansión inmobiliaria indiscriminada del uso residencial que no renuncia a la centralidad capitalina de Granada y convierte el día a día en un intenso ir y venir de vehículos privados con motor de explosión ante la ausencia de alternativas de otros tipos de transporte. Es una situación poco sostenible, porque si no se cambia el modo de ubicarse y desplazarse se va incrementando la demanda de nuevas vías rápidas que se justifican para la descongestión de las existentes. Mientras tanto la conurbación de Granada se ahoga y sus habitantes mortifican y envenenan su sistema respiratorio sin darse cuenta, salvo los hospitales que conocen los índices que penalizan gravemente a esta ciudad.
Sorprende que mientras otras ciudades en España y en toda Europa luchan por lo verde y lo ecológico, rescatan la agricultura de proximidad, incentivan el transporte público limpio, estudian modelos de rentabilidad de los recorridos peatonales y en bicicleta e introducen a esta como transporte individual preferente, Granada se empeña en agrandar un modelo de conexión obsoleto que la crisis energética y el respeto por el medio ambiente han puesto en crisis. La metrópoli se encuentra en un momento crucial: si este modelo anticuado permanece el territorio que la sustenta deja de ser competente, Granada pierde el tren del progreso.
Tres grandes autovías, las denominadas Vías de la Aglomeración Urbana (VAU) 5, 9 y 10, pensadas para enlazar con las otras autovías existentes y los municipios de Cájar, Huétor Vega, Monachil, La Zubia, Las Gabias, Churriana, Cúllar Vega, Armilla y Granada, constituyen un saldo de asfalto excesivo a todas luces, un disparate para la vega, cuyo tejido de acequias y espacios de cultivo está cada vez más arrinconado. Y todo ello en un momento de revisión a escala mundial del modelo de movilidad, del tipo vehículo y combustible, de la reinvención del transporte público y del equilibrio medioambiental en el territorio urbano.
Estas tres autovías de proximidad, a las que se suma el cierre del anillo de la circunvalación cruzando el Valle del Darro, son como el Guadiana: aparecen y desaparecen según la coyuntura. Pensadas y anunciadas hace años han vuelto a escena por el calendario electoral inminente. Sin embargo, este estímulo al asfalto no se ve compensado por la mirada crítica de ningún político que piense en un siglo XXI avanzado, donde progreso y equilibrio ambiental, paisajístico y patrimonial vayan de la mano. Hasta las propias instituciones responsables del transporte, el medioambiente y el urbanismo se contradicen: cuando una de ellas habla de movilidad, sostenibilidad y lucha contra la contaminación otra proyecta más asfalto, menos verde y más polución facilitando los desplazamientos del vehículo privado.
Se produce una paradoja que explicita muy bien la situación en la que se encuentra este lugar habitado por más de medio millón de habitantes: acequieros y cultivadores intentan mantener el tejido agrícola uniendo sutilmente las costuras de un territorio deslavazado, productores pioneros luchan para conseguir la denominación de origen de algún fruto agrícola exquisito de la vega como la alcachofa, agricultores con mentalidad centroeuropea piensan en un mercado de proximidad con un criterio innovador de ciudad contemporánea… Quieren vivir en un entorno saludable que aproveche los recursos de forma lúcida, pero nadie los oye.
Por eso las asociaciones ciudadanas vuelven a manifestarse. Están alegando y exponiendo alternativas en las exposiciones públicas de proyectos de infraestructuras, planes urbanísticos, y decisiones con trascendencia medioambiental. En esta lucha desigual por armonizar el crecimiento urbano con la vega piden a la clase política que se posicione sobre la construcción de estas autovías y sea capaz de ofrecer un modelo alternativo para Granada y las poblaciones que integran la comarca urbana.
A veces las ciudades abandonadas a su suerte o que languidecen sin darse cuenta, miran sobre sí mismas para descubrir nuevos valores, territorios olvidados o maltrechos. Esa nueva mirada consiste en apostar por la Granada verde. Es una posición más convincente que el asfalto, es más moderna, más inteligente y crea riqueza.
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