Paseo de Europa
A MEDIA VOZ ·
ALEJANDRO PEDREGOSA
Viernes, 19 de julio 2019, 23:24
Durante muchísimos años Europa fue para España un horizonte lejano que solo se atisbaba en las mentes inquietas de algunos intelectuales. Nuestra tradición reaccionaria, que ... es amplia y vigorosa, miró siempre a Europa con desconfianza y miedo. De allí venían las terribles ideas llamadas a socavar los dos grandes pilares de la patria: monarquía y catolicismo. Esta constante sospecha es fácil de atisbar en el callejero. La presencia de Europa en nuestras ciudades es muy reciente y se da sobre todo en los últimos ensanches, cuando no directamente en la periferia más recóndita. No es casual. Los nombres de las calles y su situación con respecto al centro urbano son una magnífica guía para entender los avatares políticos de cada ciudad.
En Granada el Paseo de Europa es un bulevar desangelado que hace frontera entre los distritos Zaidín-Vergeles y Genil. Tiene, a la entrada y a la salida, dos rotondas que de alguna manera lo aíslan y, a todas luces, lo ensucian. El caminante descubre que se encuentra en el Paseo de Europa porque una placa se lo advierte y, sobre todo, por las distintas banderas que flanquean el bulevar. Ya he dicho aquí alguna vez que me encantan las banderas como ejercicios de habilidad cromática y que de niño me las aprendí casi todas. A nivel simbólico es otro cantar. Las grandes masacres de la humanidad han llevado siempre una bandera por delante y una oración por detrás. Está por inventar la bandera que acoja a todo ser humano sin distinción. Quizá sea la blanca. La que blanden los derrotados cuando piden paz. No obstante, y mientras esa quimera llega, quiero llamar aquí la atención del nuevo ayuntamiento para que renueve -por favor- las banderas del Paseo de Europa. Aquellas naciones que tan generosamente nos han entregado modernidad, fondos FEDER y estudiantes Erasmus no merecen ver sus insignias negras de roña y hechas girones por la desidia municipal. Si no lo hacen por Europa, háganlo al menos por los vecinos de la zona, que pagan sus impuestos con la misma puntualidad y celo que los que viven en Puerta Real.
De no atenderse mi petición prometo mandar una foto del Paseo a la flamante presidenta de la Comisión Europea, la conservadora alemana Ursula von der Leyen que, según dicen, tiene mucho carácter y poco humor. ¿Se imaginan al cranealmente bueno Salvador recibiendo una reprimenda de la jefa europea? No, yo tampoco. Ursula ha prometido una agenda con prioridad para la ecología, el feminismo y la regeneración democrática. Quizá solo sea un anzuelo para recabar el apoyo de socialistas y liberales. Con EEUU de vacaciones en asuntos como el multilateralismo, el cambio climático o los derechos humanos, no es poca cosa que la vieja Europa vuelva a marcar el rumbo hacia un siglo XXI más decente. No obstante el principal enemigo está en casa: los europarlamentarios nacionalistas, xenófobos y antieuropeos que quieren hacer «flash back» y devolver a las calles viejos nombres como José Antonio, Mussolini o Pétain... ¿Se lo permitiremos?
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