Otoño y su matiz
La Carrera ·
«El lento retroceso de la luz es en el fondo encender una palmatoria a nuestra intimidad, a nuestro yo mas personal...»Alfredo Ybarra
JAÉN
Martes, 24 de septiembre 2019, 23:22
Escribo estas líneas, que aparecen hoy miércoles, la tarde del lunes, día en que comienza el otoño. Y sobre el otoño, un viejo amigo me ... decía hace unos días que es el mejor momento para arrancar todas esas cosas que creemos que nos obstaculizan, que nos bloquean, que se nos vuelven una carga anímica. Porque, decía, el otoño despeja nuestra visión de envolturas, de malezas. Algunas personas ven el otoño como una puerta que se cierra tras los largos días del verano, tras el gozoso desbarajuste vital y esos sueños que se cumplen a chispazos, porque al final el verano es una quimera, una ficción. Sin embargo contemplo el otoño como ese momento que pasa de una discordante percusión a una armonía, una consonancia, que despierta sentimientos profundos, bosquejos de reflexiones que se nos quedan largo tiempo atrapadas en el sótano, sin que se desenganchen, sin que salgan a nuestra superficie y nos interpelen frente a frente. Y mientras escribo, como hago casi siempre, oigo algo de música.
Y hoy, antes siquiera de pensar por donde iba a ir el efímero argumento de esta columna, estoy escuchando la banda sonora de la película Cinema Paradiso, film de 1988 con guión y dirección de Giuseppe Tornatore. La banda sonora original de la película es de Ennio Morricone y su hijo Andrea Morricone, quien compuso el tema de amor. No sé, ahora, pensándolo bien, tal vez mi subconsciente me ha llevado a unir el fondo musical con este comentario de hoy, sentado ante la ventana, que se abre, al otoño, con el sol tibio de esta tarde, con un azul ya no estridente en el cielo, sino armonioso, y con ese lienzo maravilloso de colores cálidos que se va formando ante mí vista a la par que las hojas van cerrando un ciclo, volviendo a la tierra para alimentar las raíces de la vida. Y precisamente esta banda sonora, como a prácticamente a todos nos pasa con distintas composiciones musicales y ciertos momentos de nuestras vidas, me evoca un íntimo destello existencial, que muchos años después comprendes que hendió una parte de mí. Y, hoy, tras tantas vicisitudes, momentos de brújula feliz, con travesías más o menos sosegadas, tras épocas con tolvaneras y barros; lo que es el transcurso de los años, esta música, en este preciso momento en que comienza el otoño, del que dijo el poeta Ángel González, «… un silencio súbito ilumina el prodigio: /ha pasado/ un ángel». La música, la película es un canto de amor. Y en concreto de amor al cine, y al mismo tiempo nos llama a saldar cuentas con nosotros mismos, a hacer las paces con nuestro pasado.
Es bueno el paso de las estaciones, porque hace que nos detengamos por momentos, y corrijamos el argumento de nuestro universo, y, de camino, recoloquemos su tramoya. Y precisamente, por ejemplo, ahora es momento de reflexionar sobre cuáles son nuestras necesidades fundamentales, las auténticas, ante el invierno que a todos nos llegará. Es el tiempo de la aceituna. Es también el tiempo de recoger la patata tardía; muchas frutas están a punto, como los higos, las manzanas, las nueces, y las castañas, y llegan las setas. Tiempo del girasol, de la prímula, de los rosales, los claveles, los geranios, de las hortensias, de las dalias. Son fechas de amor hirviente de los venados, de la migración de miles de aves hacia sus estaderos invernales. Es un periodo para pasear, para reencontrarse con la ciudad soñada, para caminar por senderos, riberas y montes y otear una naturaleza que se vuelve locuaz y diáfana, puro néctar para saborear desde todos los sentidos, y especialmente desde el profundo aliento. El otoño que ahora comienza es momento para los grandes estrenos de cine, para la nueva cosecha de libros y del retorno a las aulas y cursos de cualquier clase. El lento retroceso de la luz es en el fondo encender una palmatoria a nuestra intimidad, a nuestro yo más personal y más infinito. Sí, el otoño nos invita a revisar la alacena de nuestro ánimo, a seleccionar lo apreciable y a desechar lo que pensamos que lleva mal camino. Llegan días de conversación pausada y pensada, y para reconocer símbolos, memoria, historias y la historia, y mitos. Es otoño y ante todo, a nivel personal, social, laboral y político, hay que discernir lo que de verdad vale, nos hace crecer y lo que se volverá inoportuno y dañino. Por eso, en esta tarde serena y tibia que definitivamente se aleja del verano y de la insípida algarabía, de la euforia, de tanta inflada verbosidad, ante la ventana del otoño, me deleito en la plenitud de la contemplación, en esa hoja a punto de caer y que un último rayo de sol se empeña en coronar de luz. Es la estación de los poetas y de la voz interior, de la vida tamizada, de nuestro personal cara a cara.
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