Veroño
El patio de los neones ·
Todos los años me propongo a mí mismo que no volverá a pasarme. Siempre pienso: esta será la última vez en la que me sorprenderé por el tiempo atmosféricoFernando Fedriani
Granada
Jueves, 10 de octubre 2019, 22:35
Todos los años me propongo a mí mismo que no volverá a pasarme. Siempre pienso: esta será la última vez en la que me sorprenderé ... por el tiempo atmosférico. Pero vuelve el frío, nos aprehende. Llega el calor y parece que nunca hubiese hecho tanto. En los cambios de estación, en esos momentos en los que se cruzan por la calle los que tienen abrigos y los que optan por la manga corta. Eran cientos las combinaciones que vi esta mañana al salir hacia el trabajo y todos parecen fuera de temporada, o de catálogos diferentes. Pero siempre me sorprende que sigamos viviendo en una horquilla de veinte grados. Día tras día sigue siendo un subidón ruso, de montaña y de costa, un caer y volver a subir, un repique de las temperaturas. Pero siempre me lo digo: no te sorprendes más, pero siempre me sorprende.
Y, sin embargo, aunque siempre ocurre, aunque los cambios de la temperatura nunca son lo que recordamos, siempre son mucho más bruscos de lo que recordamos, a pesar de todo, ¿qué demonios pasa? Esta mañana en clase, dentro del aula, veía a los alumnos abanicarse. Las sensaciones parecían las propias de un día de primavera tardía, o bien de uno de esos inicios del verano en los que todo comienza a caldearse desde temprano. ¿Qué demonios pasa? ¿Qué le pasa a este verano que parece no querer nunca finalizar? A pesar de que los ecos de la playa son un septiembre lejano, a pesar de todo, ¿qué demonios pasa? Quizá sea yo, quizá mi memoria vuelva a fallar, aunque me prometa de nuevo que no volveré a dejarme sorprender por el tiempo. Puede ser, no lo dudo. Pero también puede ser que estemos viviendo un otoño atípicamente caluroso, uno de esos momentos en los que todo se dispone a cambiarse de ropa de un bocado. Para cuando la ropa del verano pierda su sitio en el armario, quizá entonces todo lo otoñal quede relegado también a un vistoso recuerdo de tonos ocres, de rebordes rojos, de tallos caídos, desmigándose como recuerdos que no terminan de agarrarnos.
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