Cuando en el escenario político español irrumpieron nuevas formaciones terminando de hecho con un bipartidismo al que ya estábamos acostumbrados, pensé que, me gustaran más ... o menos, los nuevos traerían propuestas que enriquecerían el debate ideológico del momento. Así pues, con Ciudadanos, Podemos y hasta con Vox creí que todo iba a ser más democrático, más discutible y participativo y acabaríamos con el rodillo al que nos habían sometido hasta entonces PSOE y PP en una alternancia que llevaba camino de enquistarse.
Andalucía fue la primera comunidad en la que Vox entró en las instituciones y luego ya llegó a otras autonomías e, incluso, al Congreso de los Diputados. Desde entonces, no recuerdo yo ninguna propuesta legislativa coherente ni ninguna iniciativa que sirviera para mejorar la vida de los ciudadanos a los que representa y a los que no. Por el contrario, a falta de ideas y acciones los partidarios de Santiago Abascal se han instalado en la confrontación y la obstrucción que es donde parece encontrarse más cómodos. Cierto que, aunque entre sus filas, hay profesionales de prestigio no da la sensación de que ese nivel formativo lo encaucen a la hora de hacer política con propuestas inteligentes y beneficiosas para los ciudadanos. Más bien, ha sido al contrario. Ese nivel formativo y cultural de muchos se han tornado en espectáculos nada edificantes allí donde ocupan escaños. Las últimas reacciones a la llegada masiva de inmigrantes a Ceuta no ha servicio sino para dividir más a la población. Al parecer eso es lo único que les interesa a los de Abascal (ya lo vimos con Rocío Monasterio en la campaña electoral madrileña en la que se empeñó con ahínco en confrontar con sus rivales políticos no en el campo de las propuestas y las ideas sino en la descalificación y el insulto). Lo de la suspensión de la asamblea de Ceuta el jueves pasado es más de lo mismo.
Pero lo peor de todo es que se les dé vida a estos que aborrecen la construcción democrática para asentarse en el polo opuesto: la destrucción de la convivencia. El PP tiene una gran parte de culpa en ello. Por ejemplo en Murcia donde su presidente, Fernando López Miras, no ha dudado un instante en arrojarse a los brazos de la ultraderecha para seguir gobernando sin importarle el daño que puede hacer, a su gobierno y a toda la sociedad, una formación con una negacionista del coronavirus y de las vacunas, que ya se ha cobrado en torno a las 80.000 vidas, a la que dio la cartera nada menos que de Educación. El chantaje también ha llegado a Andalucía donde los parlamentarios de Vox han retirado el apoyo al gobierno de Juanma Moreno por acoger a 13 menores que entraron en Ceuta. Como escribía más arriba a estos no les importa que las leyes que boicotean sean buenas para los andaluces, lo único que les interesa es la crispación y el enfrentamiento.
Hasta el momento las propuestas que ha realizado Vox se centran en la implantación del pin parental; la negación de la violencia de género siempre que no se denomine violencia en el ámbito familiar; el rechazo del apoyo al colectivo LGTBI argumentando que la bandera de España representa la Constitución y reconoce la igualdad de todas las personas, como ocurrió en el pleno del Ayuntamiento de Almería el jueves; o ya lo último, la propuesta de que suene el himno nacional en las escuelas imagino yo para dar paso en un futuro próximo al 'Cara al sol'. Tampoco me extrañaría que en breve propongan cambiar el uniforme de la Policía Nacional para que sea de nuevo de color gris para volver a aquella España en blanco y negro que tanto parecen añorar.
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