Cuando en el comienzo del año 2020 la industria se debatía en aclarar la multitud de encrucijadas que se presentaban, relacionadas con nuevos desafíos (automatización, ... Industria 4.0, electrificación del transporte, sostenibilidad, cambio climático, etc.), odo ello con la feroz competencia de la floreciente industria oriental, llegó el tsunami que nadie podía esperar. Precisamente de China, el país que venía amenazando la supervivencia de la siempre potente industria occidental, vino una nueva amenaza inesperada pero más desafiante: la pandemia de la COVID-19.
Tras un tremendo shock inicial que paralizó el mundo y dejó a la industria petrificada, surgió una reacción inmediata: investigadores, docentes, ingenieros, estudiantes y un sinfín de voluntarios ven desde sus casas la posibilidad de ayudar a los sanitarios en su labor y comienzan a volcar su ingenio en soluciones imaginativas; se hacen propuestas de diseño de respiradores realizados con impresoras 3D, nuevas mascarillas, gafas de protección, viseras faciales, sistema de apertura de puertas sin contacto... A partir de aquí, se forma un auténtico ejército de colaboradores en red dispuesto a producir de forma altruista en sus casas miles de piezas con ayuda de impresoras 3D domésticas. Este primer movimiento fue liderado por numerosos laboratorios universitarios relacionados con el diseño y los Fablabs de las universidades.
Centros de investigación
La industria contemplaba este escenario y se lanzó a colaborar con la potencia de producción que posee. Con la colaboración de centros de investigación y universidades, multitud de empresas del sector del automóvil (Zona Franca de Barcelona), de astilleros navales (Navantia en Cádiz), del sector textil (Inditex) o del sector del plástico (Valeo Martos) empiezan a poner al servicio de la producción de material sanitario su experiencia acumulada en proyectos de investigación y transferencia.
Una de estas empresas, Valeo Martos, fue un modelo reconocido en todo el país. La empresa lanzó la iniciativa 'Todos somos Martos' de producción de material sanitario para los hospitales y centros de salud de toda España. Las piezas que imprimían en casa cientos de voluntarios en semanas ahora se obtenían a nivel industrial sólo en horas. La demanda fue tan grande que la producción no daba abasto para cubrir todas las peticiones que se recibían. El desarrollo de los moldes para fabricar estos productos se hizo en tiempo récord, en buena medida por la experiencia acumulada en los últimos años gracias a la colaboración entre la empresa, la Universidad de Jaén y el Centro Tecnológico del Plástico (Andaltec).
«La reducción de actividad en el confinamiento nos mostró algunas de las asignaturas pendientes»
MIGUEL ángel rubio paramio
Por otro lado, el confinamiento trajo consigo nuevas costumbres. La compra por internet se disparó y los sistemas logísticos de distribución debieron mejorar para poder hacer llegar el producto a la puerta de cada casa, rápida y eficazmente. Las empresas que se adaptaron a este nuevo modelo aprovecharon esta oportunidad. Nuevos desarrollos de gestión, que las empresas no se habían atrevido a lanzar anteriormente, florecieron en ese momento, y numerosos procedimientos desarrollados dentro de proyectos de investigación universitarios vieron la luz en este nuevo escenario.
La reducción de actividad durante el confinamiento nos mostró algunas de las asignaturas pendientes que tiene nuestra sociedad. En los meses de confinamiento se experimentó una notable reducción de emisiones y residuos, aumentó la concienciación por el medio ambiente, y la posibilidad de parar el cambio climático ya no parecía una quimera. Cuando el confinamiento severo se fue acabando y se recuperó la producción, descubrimos que la industria no había estado dormida, sino que había cambiado su estrategia respecto a estos problemas. El mundo del transporte apostaba claramente por la electrificación y la reducción de emisiones, crecía la demanda de bicicletas, patinetes y motocicletas eléctricas, el automóvil abandonaba el motor diésel y daba un paso firme hacia motores híbridos y eléctricos. Parece haber un cambio de paradigma, hay un interés mucho mayor en una movilidad sostenible.
Competicion
La Universidad viene impulsando desde hace tiempo ese cambio de paradigma. Desde hace ya varios años, alumnado y profesorado de la Escuela Politécnica Superior de la UJA participa en una competición, junto con otras universidades españolas y europeas, en la que se proyecta y construye una motocicleta para competir en un circuito (Proyecto MotoStudent). Pues bien, ya son varias las ediciones en las que la motocicleta es eléctrica. También resulta de interés la participación de la Universidad de Jaén en proyectos Smart City, como el que recientemente consiguió desarrollar un sistema autónomo de reducción de las emisiones mediante microalgas. Varios grupos de investigación vienen colaborando en líneas de mejora de materiales para incrementar las posibilidades de reciclaje de plásticos o la reutilización de residuos. La Universidad lidera y promueve iniciativas que impulsan este gran cambio.
¿Estaremos presenciando una nueva revolución industrial en el siglo XXI que corrija los errores de las anteriores? Si es así, la Universidad no debe quedarse a un lado. Su papel deberá seguir siendo el de liderar e impulsar esta revolución.
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