La noria
El patio de los neones ·
Fernando Fedriani
Lunes, 6 de enero 2020, 22:23
Debo reconocer que lo hice. Casi sobre la bocina, prácticamente cuando iban a quitarla, me subí en la noria.
Reconozco que iba predispuesto a que ... no me gustase. En parte porque durante toda la Navidad he visto colas inmensas que, entre otros agravios, incomodaban, y mucho, el tránsito de los vecinos. Pero también porque parecía tener el tamaño, y no más, de un edificio grande.
En nuestra cabina vinimos a coincidir con dos niños y con su madre argentinos. Hablaban muy gracioso y nos explicaron que esa misma tarde iban a visitar La Alhambra. «Granada debe de ser una de las ciudades más lindas del mundo», y la mujer citó también a Borges, que hipotéticamente había dicho algo sobre nuestra ciudad que pienso que no dijo. (Pero como los argentinos piensan que todo lo ha dicho Borges, en parte porque Borges dijo muchas cosas…).
Oye, ¿y vos donde vivís?
Ah, somos vecinos del barrio. Vivimos literalmente ahí. Esa es nuestra calle.
Pues podría quedarme aquí toda la tarde. Las vistas son preciosas.
Y sí que lo son. Además, ofrecían una perspectiva de la ciudad que otros puntos altos no dan. No solo se veía La Alhambra o la Sierra, no solo la Catedral o el Alhambra Palace, además de todo ello se divisaba un espléndido conglomerado de calles y de placetas, un paisaje a medio camino entre lo moderno y lo tradicional, semejante al que proyectan otras ciudades monumentales como Florencia.
La vida es un poco eso. En un determinado momento estás arriba, pero luego tienes que caer. Tuvimos suerte y fuimos los últimos desahuciados, así que tuvimos una vuelta de gracia. Esa vuelta final en la que poco a poco vas subiendo, poco a poco vas bajando, con mucha lentitud te despides de los contornos, con la sensación de que nunca más volverás a verlos de ese modo.
Es cierto, creo que le dije. He visto esta ciudad un millón de veces y siempre parece distinta. No me canso de mirarla porque siempre hay una manera diferente para mirarla.
Pero ya no sé si lo que cambia es la ciudad o si soy yo. O si es ambas cosas lo que cambia, pues todo puede ser.
Pero sí sé que me gustó la noria y no me lo esperaba. Me arrepiento un poco de haberla odiado en silencio durante toda la Navidad.
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