Pepe 'El Tomillero' vuelve a cruzarse con su vecina del segundo y, tras el saludo, inicio de charla en la misma escalera. Buen día, buen ... día. Calor, mucho. La subida de la vida, por las nubes. A ver si refresca, ya veremos… hasta el último escalón. Apertura de puerta de hierro y, una vez más, luz cegadora antes de la despedida. Bueno que tenga buen día. Eso es lo que hace falta.
Ya en la calle trata de recordar dónde aparcó el coche el coche y visualiza a modo de moviola el paisaje que recorrió hasta echar el freno. ¿Abajo? ¿Arriba? ¿En la calle de al lado? ¡Ah!, ya, al lado de los contenedores de basura que estaban desbordados. Y allí encuentra su 'voitiure', donde lo dejó con el parasol puesto, el freno echado y la marcha de atrás puesta tal y como le enseñaron en las prácticas en la autoescuela.
Entonces le viene a la cabeza la conversación mantenida la noche anterior con destacado debate acerca de los cambios de nombre tan en boga en estos tiempos extremadamente comerciales y que en Almería han primado por encima de todo manteniendo, eso sí, esa memoria histórica tan necesaria. En una tierra en la que el Estadio de los Juegos del Mediterráneo pasa a la historia para ser ahora el 'Power Horse Stadium', hay que recordar que Carrefour sigue siendo el Pryca o Simago, dependiendo de si estamos en la Avenida del Mediterráneo o en el Paseo de Almería, cerca del Seminario o en la Plaza de los Burros o en la de la Leche.
En Almería nada está donde aparece en el mapa o en la plaquita oficial. Aquí se habla de los pisos del Toblerone, de los de la Térmica, de los del Imperial…. Aunque ya no existan ni el Toblerone, ni la Térmica ni el cine Imperial. Seguimos teniendo, sin placa, la Plaza de la Leche. Seguimos preguntando por Gachas Colorás y señalando las cosas por su cercanía con otras. Así, la calle Méndez Núñez era la calle de Capri, los autobuses no tienen su parada final en Gregorio Marañón, sino en La Salle y las de Obispo Orberá están en La Compañía y continuamos diciendo, si vamos por la carretera de Sierra Alhamilla, que eso cae por donde el Matadero o la Celulosa.
Aquí los nombres los ha puesto el pueblo. Ahora lo ponen las multinacionales, los bancos, las grandes empresas. Se cambia el nombre al Estadio y lo mismo en pocas fechas le cambia al Auditorio, como tanto se ha cambiado en otros lugares como a metro de Sol, que pasó a ser de la noche a la mañana Vodafone Sol.
¿Da igual? ¿Es conveniente este baile? ¿Esta compra de nombre? De seguir la moda los mismo el Maestro Padilla pasa a llamarse Coca Cola y la Plaza de la Constitución, la popular Plaza Vieja, le ponen Funespaña. También habrá que buscarle patrocinador a la Alcazaba o a las playas de Cabo de Gata por las que lo mismo la Comunidad donde se encuentra la capital de España podría pagar una pasta gansa para llamarlas Playas de Madrid, total.
De todo esto será la próxima conversación que mantenga con mi vecina del segundo, la de las cosas finas, en el bar de la esquina para partirse la camisa como Camarón y para pulsar lo que los almerienses de a pie piensan de todo esto.
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