Con la polémica de estos últimos días me he dado cuenta de que la primera ministra de Finlandia tiene 2 años menos que yo y ... ya es presidenta del gobierno de su país. En este sentido, pensé, qué iba a hacer los muchos años que le quedasen una vez dejase el gobierno, porque después de ser la presidenta, ¿cuál es el próximo paso? Bien es cierto que a los pocos minutos de esta preocupación tan estúpida caí en el absoluto despropósito que ha sido mi vida hasta hoy, que con 38 años ni siquiera he logrado ser concejal de mi comunidad de vecinos. Y me pregunté, ¿yo estaría capacitado para ser el presidente del gobierno de España? Uno diría que después de Pedro Tramp cualquiera podría serlo, pero la realidad es que una de las grandes verdades incómodas de la democracia es que no todo el mundo está capacitado para ser alcalde de su pueblo, como para llegar a ministro o a presidente de un país.
La respuesta a mi pregunta fue que, si yo fuese presidente del gobierno, no haría ninguna fiesta de adolescentes en la Moncloa. Y si yo fuese presidente del gobierno, entendería que hay un precio a pagar por estar en ese cargo, y es el respeto debido al significado institucional de ser el líder de la nación. Por supuesto que hay otra cara de la moneda interesante: el derecho a la vida privada de los políticos. Pero una vez que hemos aceptado este juego perverso de las redes sociales que han destruido nuestro derecho a la intimidad y nuestro derecho al perdón, las consecuencias acabarán siendo iguales para todos, incluso para aquellos que estando en las élites se pensaron intocables en este mundo actual desquiciado y enfurecido sin saber a dónde se dirige y empeñado en destruir o mentir de dónde viene.
Llegados a este punto es necesario dejar claro lo siguiente: en Finlandia no se ha atacado a Sanna Marin por machismo, eso es algo propio de nuestra sociedad hispano-latina, porque en los países nórdicos hace muchas décadas que las mujeres ocupan responsabilidades públicas y de primera magnitud sin que nadie piense cuando las mira en que están ahí por ser la mujer de un ex vicepresidente del gobierno y fundador del partido. Digo esto porque en la izquierda niñata que padecemos no han ido más allá de la típica lectura de la igualdad pervertida y ridícula y han decidido, como la presidenta de la Rioja, hacer un video en apoyo a la líder finesa donde se la ve bailando y haciendo la mamarracha, práctica muy habitual últimamente en casi todo político que se precie, sobre todo si está en campaña electoral.
Sanna ha sido valiente haciéndose el test de drogas y dando la cara en todo momento, aunque al final haya recordado, casi llorando, su derecho a la alegría y a vivir. A mí este discurso me parece mucho más aceptable que el de Macron, ese maniquí de Estado sin mucho cerebro realmente, avisando de que estamos en una nueva época histórica donde se ha acabado «la abundancia». Es el «fin de la abundancia», nos cuenta este mediocre trajeado mientras Luis Garicano, esa gran pérdida irreparable para la política española, le aplaude y le felicita por su brillantez. Ya que Macron quiere que todos- menos ellos, las élites-volvamos a la edad media, habrá que preparase para volver a escuchar eso de «niñas, al salón», porque una vez que nos quieran llevar al pasado, el pasado volverá con todo su peso y su oscuridad.
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