Nacionalismos
El nacionalismo es un narcisismo colectivo que puede ser leve y hasta simpático. Otra cosa es cuando la simpatía se convierte en odio; cuando la diversidad deriva en supremacía y en elemento arrojadizo entre las personas de un mismo país
José A. Delgado Sánchez
Martes, 18 de enero 2022, 01:12
Creo en la identificación de las personas con su tierra, sus costumbres y sus tradiciones, e incluso que se sientan orgullosos de ello. En este ... sentido, los nacionalismos tienen su lógica y me parecen saludables, además de que ocupen un lugar muy importante en la escala de valores de la gente de una región concreta. Igualmente considero que la diversidad de cada territorio es una riqueza, y más en el caso de España, donde esta diversidad es una de sus señas de identidad.
Fernando Savater, en su obra 'Contra el separatismo', cita las siete razones por las que había que evitarlo y combatirlo: es antidemocrático, retrógrado, antisocial, dañino para la economía, desestabilizador y crea amargura, frustración y un peligroso precedente. Afirma también que el nacionalismo es un narcisismo colectivo que puede ser leve y hasta simpático. Otra cosa bien distinta, añado yo, es cuando la simpatía se convierte en odio; cuando la diversidad deriva en supremacía y en elemento arrojadizo entre las personas de un mismo país; o cuando los gobernantes, que juran ante la Carta Magna cumplir y hacer cumplir las leyes, se saltan este juramento a la torera. El caso más reciente hace referencia a la sentencia del Tribunal Supremo que consagra que el 25% de las clases sean en castellano en las aulas catalanas, y los nacionalistas, al día siguiente de ver la luz la sentencia, dicen que no la cumplirán. Y ello a pesar de que esta problemática es mucho más profunda de lo que parece, dado que la lengua vehicular afecta no al idioma castellano sino al derecho de todo ciudadano a ser educado en su lengua materna; derecho este, que fue proclamado por las Naciones Unidas hace más de medio siglo.
Lleva mucha razón nuestra ministra de educación Pilar Alegría cuando habla de la inoportunidad de politizar el uso de las lenguas. Pero claro, y esta ministra, para los nacionalistas catalanes, ¿quién es? Corresponde al presidente del Gobierno moral y políticamente pedir la ejecución de la sentencia. Igualmente, la Alta Inspección de Educación, tampoco puede quedar impasible ante este hecho. Haciendo uso de sus competencias, debe intervenir para vigilar el cumplimiento de la sentencia y, en su caso, dirimir responsabilidades. Una cosa es estar en desacuerdo con una sentencia y otra muy distinta incumplirla. Es ante hechos como estos cuando se evidencia que los nacionalismos desembocan en mentiras, disparates, y en casos extremos, en guerra. Por aquí va la idea del escritor judio-vienés Stefan Zweig, que en sus memorias 'El mundo de ayer', afirma que «el nacionalismo es la peor de todas las pestes». Esta ideología, como en el caso de Cataluña, puede derivar en separatismo, su rostro más tóxico. Y ello porque sus partidarios se creen tan superiores al resto de los españoles que no pueden convivir con ellos.
Ni Woody Allen hubiese imaginado la esperpéntica escena del 'valiente' Puigdemont huyendo de noche en el maletero de un coche
Creo que el separatismo catalán ha sido un esperpento en toda regla. Como ejemplo de lo que digo, traigo a colación el acoso que en esta comunidad autónoma le han hecho al escritor Javier Cercas. Y ello porque en una entrevista en TV3, instrumento de divulgación de la ideología independentista a pesar de ser una cadena ¡pública!, ha dicho verdades que nadie quiere oír: «El separatismo no es un movimiento político; es una ensoñación narcisista por la que los separatistas se creen el centro del mundo y hacen de la mentira y el insulto sus señas de identidad».
Ni Woody Allen hubiese imaginado la esperpéntica escena del 'valiente' Puigdemont huyendo de noche en el maletero del coche de su esposa hacia Francia. Se dio tanta prisa, que no avisó ni a sus más íntimos colaboradores. Se instaló en una lujosa mansión de Waterloo (Bélgica) de 500 metros cuadrados, y un coste mensual de 4.400 euros que todavía nadie ha aclarado quién lo paga, aunque nos lo imaginamos. Los separatistas catalanes dicen que es un exiliado político. La justicia española, sin embargo, afirma, que es un prófugo, y lo busca para juzgarlo por haber dado el golpe de Estado más breve de la historia: 7 segundos. Ya queda menos para que el 'honorable velocista' comparezca ante los tribunales donde, con todas las garantías de un Estado de Derecho, tendrá la oportunidad de explicar las razones que le llevaron a cometer tan macabra maniobra en Cataluña, una comunidad en una nación democrática. Por lo pronto, y después de un largo proceso político-jurídico, el Parlamento Europeo le ha levantado la inmunidad que como miembro de esta cámara disfrutaba. Sí, ya queda menos. Todos sabemos que la justicia es lenta pero segura.
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