Muestras de cortesía en el español hablado
Haverkate dice que los españoles tienden a enfatizar la solidaridad entre los interlocutores, mientras los holandeses, por ejemplo, dan más valor al distanciamiento social
Nuestra cultura no es menos cortés a la hora de comunicarse que otras culturas. Se inclina más por la proximidad en la relación interpersonal. Nuestro ... admirador el hispanista Haverkate dice que los españoles tienden a enfatizar la solidaridad entre los interlocutores, mientras que los holandeses conceden más valor al distanciamiento social. Otros autores nos comparan con los británicos en igual sentido; por fin otros llegan a decir que las culturas mediterráneas son más corteses que las del norte de Europa. Alguien ha observado cómo discuten dos norteamericanos: a un metro de distancia, mientras que dos españoles lo hacen a medio metro; el colmo es el italiano que lo hace a diez centímetros. Algún turista me ha dicho de los italianos: «Parece que se van a pegar, pero nada», que no llega la sangre al río.
Las muestras de cortesía pueden ser directas e indirectas. Las directas consisten en 'cumplidos', acciones obsequiosas o muestras de urbanidad: «Me encanta tu jardín», dice el nuevo vecino; «esta es la tela que se lleva ahora», se oye decir entre las amigas ante un traje de novia. También consisten en 'piropos'. Haverkate dice que algunos piropos españoles tienen la forma de la bendición: «Benditos sean tus ojos». Son reflejo de la cultura cristiana del español. Beinhauer dice que son manifestaciones de la cultura popular, de la tradición poética española. El piropo se le dice al hombre y a la mujer: 'hola bonico, hola bonica'. Solo produce efecto si los dos interlocutores comparten los conocimientos culturales necesarios para poder evaluar su contenido. Hablemos ahora de las 'invitaciones y ofrecimientos': son dos de los productos prototípicos de los que dispone el hablante para la expresión de solidaridad y para el trabajo de la imagen de afiliación entre emisor y receptor, pues el primero será visto como persona amable, educada y solidarizada con el otro, mientras que al receptor se le manifiesta afecto, y se le reconoce su pertenencia al grupo. 'Ventee', dice un amigo a otro al animarle a correr una maratón, cuando ha oído al otro comentar que el ejercicio físico es bueno: 'ay, qué bien'. Otra invitación u ofrecimiento sería la de «siéntate aquí y vemos juntos el partido». Un ofrecimiento está en la frase «te he traído un detalle», ante el rechazo ritual de la agraciada que dice «no tenías por qué molestarte». En cuanto a saludos y despedidas, 'hola', 'hasta luego' son las fórmulas más repetidas, en este caso rutinarias. Pero el español tiende a reforzar estos actos con los recursos de dobles despedidas, justificaciones de marcha, promesas de reencuentro, recuerdos para los familiares, las 'memorias' que decían nuestros abuelos, etc. Las 'manifestaciones de empatía' pueden deberse a motivos de júbilo o de lamentación; se recurre a las frases '¡qué bien!, ¡qué suerte!', o 'pobrecillo, chiquitín'. Las 'expresiones de buenos deseos' se manifiestan en los brindis 'por nosotros', 'va por ti'. Y, por último, las 'recomendaciones y consejos' para ayudar al otro: «Pues ve a Carrefour y te lo compras».
Las muestras indirectas de cortesía consisten en 'colaboraciones temáticas', es decir, en parafrasear la opinión del otro, en ratificar la opinión del otro: «A ver si machacamos al Madrid ¿no?», «eso»; manifestaciones de acuerdo, para lo que el interlocutor usa «claro, sí, normal, muy bien dicho»; colaboración con la producción formal del enunciado, es decir, el acto de ayudar a completar la intervención del interlocutor: «Lo que necesito es un consejo…o…¿dinero?», le dice la madre al hijo en edad de merecer, vamos sin un puto duro; por último, las manifestaciones de contacto, o intervenciones en el discurso que demuestran nuestro interés por lo dicho: «Sí, vale, que sí». Los que se dedican a la pragmalingüística observan que los conversadores españoles se interrumpen entre sí, como hacen las mujeres de «amigas y conocidas» televisivas, mientras que los del norte de Europa se dan la vez.
Según la profesora Barros García, existen en español muchos recursos lingüísticos intensificadores de la cortesía. Entre los recursos léxico-semánticos enumeramos: la repetición de palabra «estás morena morena»; los indicadores de sorpresa, admiración, pesar por asuntos relativos al interlocutor o a su relato: 'ay, anda, ostras, caramba, vaya, joder'; los adjetivos o sustantivos intensificadores: 'bonico, mono, majo, precioso, monada'; vocativos en forma de nombres propios del destinatario de la actividad cortés '¡Antonio!', imperativos sensoriales 'mira, oye', nombres comunes 'tío, hombre, macho, hija', pronombres personales 'tú'. Enunciados fraseológicos: «Hija mía, vaya tela, no veas». Interrogaciones retóricas, que no esperan respuesta: «Tú tienes el cuerpo estropeado?» Las construcciones hiperbólicas: 'un montón, un puro'. Empleo de la ironía y del humor: «Habas con pollo, buena combinación».
Los recursos morfológicos son los adverbios y adjetivos en grado superlativo: 'muy buenísimo'; prefijos intensificadores: 'superbueno'; cuantificadores y sintagmas especificativos: 'un montón, elegante del todo'; sufijos apreciativos que expresan afecto o buscan hacer atractiva la oferta: «Chiquitín, cordero torraíco»; modo verbal imperativo para expresar invitación, ofrecimiento, consejo: 'ven, toma, hazme caso'; posesivos afectivos: 'mi primita'; pronombre personal enclítico que manifiesta actitud afectiva del hablante: «Lo que tienes que hacer es no dejártelo».
Entre los recursos sintácticos disponemos de apéndices modalizadores: 'eh, o no, a que sí ¿sí?'; de conectores pragmáticos, que intensifican los enunciados, situados la mayor parte de ellos al inicio de la intervención: 'pues sí, eso sí, seguro que'; uso estratégico de la deixis personal con fines intensificadores: «¿Qué tú quieres venir?»
Valen como recursos prosódicos los alargamientos vocálicos: 'holaa'; la entonación exclamativa: '¡buenaas!'; la pronunciación marcada: '¡Qué BIEN!'; la entonación suspendida: «Tú eres un tío que tienes…»; la entonación ascendente: «Y cordero ¡torraíco¡». Llega uno a chuparse los dedos antes de catarlo.
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