¿Muertes evitables?
Andrés García Lorca
Catedrático de Universidad en el Área de Análisis Geográfico y Regional
Sábado, 2 de noviembre 2024, 22:51
Los efectos de la DANA se han cebado sobre el territorio levantino, la cifra de muertos ha superado la racionalidad de un suceso previsto en ... un esquema de supuesta seguridad ante los riesgos naturales. Este tipo de sucesos meteorológicos son muy conocidos en nuestro entorno territorial y han provocado catástrofes que perduran en nuestra memoria colectiva y que guardan correspondencia con lo sucedido esta semana, no tanto por los daños ocasionados como en los parámetros de precipitaciones y valores alcanzados, que en el caso almeriense han llegado a ser superiores en muchos casos, sino por el impacto generado en la sociedad y sus bienes. Es claro que una Dana, acrónimo de «depresión aislada en niveles altos», corresponde al fenómeno conocido como «gota fría» cuya recurrencia es relativamente corriente en Almería y que han provocado situaciones catastróficas como el 11 de septiembre de 1891, el 19 de octubre de 1973 o más recientemente el 24 de septiembre de 2012. La simple observación de la morfología de los sistemas hidrográficos y las acumulaciones de sedimentos en la franja litoral son testimonios evidentes de la incidencia de los intensos aguaceros provocados por este fenómeno meteorológico.
Pese a la tradicional experiencia para afrontar este tipo de fenómenos, no siempre se han adoptado las estrategias necesarias para hacer frente a sus efectos o paliar sus consecuencias como ha ocurrido en Valencia, pero lo que ha hecho relevante a este este fenómeno han sido el número de muertos y el desamparo de la sociedad por falta de capacidad operativa de los responsables institucionales; esto hace que nos preguntemos si podían haberse evitado o cuanto menos reducido, de ahí que sea necesario determinar los factores que provocaron estas dramáticas cifras y hasta donde alcanzan las responsabilidades.
Tras conocerse el impacto de lo sucedido en Valencia, Ursula von der Leyen se ha apresurado a afirmar que esta situación es «la dramática realidad del cambio climático», frase que evidencia cinismo o desconocimiento, pues utiliza la idea de cambio climático, cuando no es así, como coartada política o su mente no da para más. La evidencia del conocimiento empírico demuestra que estas intensas precipitaciones desenc,adenan diferentes riesgos naturales que se amplifican con las actuaciones humanas sobre el medio natural, estando determinadas por la gestión política en sus distintos niveles territoriales, así la Unión Europea al imponer políticas sectoriales, ha generado impactos ambientales graves, como se puede comprobar. En otros casos es el gobierno nacional, en sus actuaciones sobre infraestructuras, en la aplicación y control de las políticas ambientales o por la capacidad y coordinación de disponer los recursos necesarios para paliar o mitigar los daños. Los gobiernos regionales, pueden ser responsables por una gestión inadecuada de la planificación y ordenación del territorio, así como en las determinaciones ambientales; mientras que a nivel local el diseño y adecuación de los planes generales de ordenación urbanística, puede determinar situaciones de riesgo muy serias.
De otra parte, el desarrollo sectorial de la ciencia y sus aplicaciones tecnológica, sin tener en cuenta una concepción sistémica del espacio geográfico, provoca tensiones y desajustes en los equilibrios naturales forzando situaciones de riesgos naturales.
Esta realidad de daños humanos y materiales ha puesto de manifiesto la incapacidad del gobierno para paliar los efectos y el desconocimiento de la población o su escasa credibilidad, ante las advertencias de riesgos que podían desencadenar la DANA. Un dato que evidencia un ambiente social inundado de falsedades, mentiras e inseguridades en el que convivimos.
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