Son palabras que hemos oído en la campaña de las elecciones al Parlamento de Andalucía y en la valoración del resultado que ha dado una ... amplia mayoría al Partido Popular; las mismas palabras que, en otros momentos y en otras circunstancias, utilizan organizaciones políticas, sindicales y culturales que, estando situadas a la izquierda, invocan el pragmatismo, el espacio del centro y los pies en la tierra; no volar demasiado cerca del sol del poder porque nuestros medios, como las alas de Ícaro, son demasiado frágiles y nos podemos quemar. Es una forma de renunciar a los grandes sueños, a las ideas que han movido a la Humanidad, a la utopía que camina un paso por delante y es, también, el olvido de la Historia que es, siempre, la historia de la lucha de clases. Pero, aunque se ignore la historia como presente o como el proceso que nos ha traído hasta donde estamos, la lucha de clases existe y sufrimos sus consecuencias, pues la injusta distribución de la riqueza se traduce en empleos mal pagados; poco tiempo para la familia, el ocio, la cultura y las relaciones personales; incertidumbre ante el futuro; desarraigo y soledad ante la inexorable y absurda desproporción entre población y territorios; cambio climático y un largo etcétera que provoca malestar, inseguridad, desconfían- za, las bolsas de miseria sentimental de las que habla la socióloga Eva Illouz.
Yo me pregunto por qué hay tantas personas, en Andalucía y en tantos lugares, que aceptan esa forma de vida y además piensan que lo hacen libremente, en qué consiste la moderación cuando hay ricos y pobres y por qué piensan que el sentido común de los de abajo es igual que el sentido común de los de arriba, si existen contradicciones de género y de clase. Acudo al marxismo, tratando de arrojar alguna luz y encuentro las palabras de Carlos Marx: «Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; la clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual». Gramsci habla, años después, de la hegemonía como un proceso de dominación social en el que las clases subalternas reconocen como propios los intereses de las clases dominantes; según él, la lucha por la hegemonía es la lucha por la administración del sentido, por hacer aparecer una concepción del mundo como la más válida y convincente y, por lo tanto, el sentido común dominante es el sentido común de las clases dominantes.
Juan Carlos Rodríguez dice que el capitalismo pretende borrar la Historia -que siempre es la Historia de la lucha de clases, insisto- haciéndola confundir con la evolución de la especie humana y que esa pérdida de sentido histórico es la prueba de que hemos convertido en natural el sistema capitalista, ese sistema en el que la relación entre las clases antagónicas parece establecerse entre sujetos libres, aunque la libertad de la clase trabajadora consiste sencillamente en vender lo único que tiene que es su fuerza de trabajo, su vida, por más que la ilusión de libertad enmascare la explotación que sufre. Me pregunto de nuevo si en un mundo donde el capitalismo se ha convertido en vida y en el que todo parece escrito, tenemos que abandonar toda esperanza como Dante a las puertas del Infierno, y mi respuesta es un 'no' rotundo desde la rebeldía y la memoria porque, si analizamos la realidad y somos conscientes de quién mueve los hilos y escribe el guion, podemos cambiarlo… Una vez más, Bertolt Brecht sale en mi ayuda, porque dice que la lucha de clases solo podrá llevarse a cabo conociendo a los seres humanos y que solo ese conocimiento permitirá «hacer de la experiencia de la lucha un bien de todos/ y de la justicia una pasión». Y esa pasión por la justicia será el sentido común de los pobres.
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