Todo es un misterio en Granada. Hay que hacer cola, como en los tiempos posguerristas del racionamiento, a la intemperie de la Estación de Andaluces ... para pasar por el aro que casi todo lo detecta antes de situarse en el andén para subir al tren que nos lleva a algún lugar. De grandes y engañosos proyectos -unos gratis y otros de pago- nos quedamos en la aparente nadería involutiva. La estación es pequeñita, como todo lo granadino. Nos movemos en lo diminuto, en lo escaso, en lo mínimo, en la 'mititilla'. Su aspecto nos retrotrae al pasado: «¡Viajeros, al tren!», parcheado con una arquitectura modernistas de líneas ocultas que nos trasladan al ecológico tranvía metropolitano; que hay que reconocer que justifica su trayecto.
Tenemos el AVE más lento y retrasado de España y, a diario, es una misteriosa circunstancia que nadie ha descifrado convincentemente. Es una singularidad tan atípica que tiene su gracia tópica y genuina. Pero que habría que explicarla, con la pedagogía de la doble vía de ancho internacional, en aulas y foros ciudadanos. Lograr un AVE lento y reticente como el caballo del malo solo se puede conseguir en Granada, tierra soñada por tantos.
Los aviones tienen dificultades para aterrizar, por los misteriosos vientos, en el pomposo y modesto aeropuerto Granada-Jaén 'Federico García Lorca' lo que implica girar, el aeroplano, como una peonza y aterrizar en la vecina Málaga, que allí corren otros vientos. El regreso a Granada se puede realizar por transporte terrestre o a pie siguiendo la histórica senda Andalusí. Es lo bueno que tiene Granada, que disfruta de rutas alternativas. Cuando no es el viento surge la niebla y así pasan los días sin que nadie solucione las carencias de nuestro aeródromo.
Los primerizos veraneantes de nuestras costas se han visto sorprendidos por las dinoflageladas algas naranjas, que no es que sean un misterio pero que a la hora de bañarse producen cierto repeluco. Habrá que estar atentos a las medusas, sobre todo a la portuguesa, que sí son peligrosas. Cada año se complica más lo de remojarse el 'body' en la mar salada; cuando no son las algas, son las medusas o esas capas de espuma aceitosa contaminante que suelen aparecer, de difícil procedencia, en la superficie. Y, en tierra, la presencia y ataque de las mosquitas tigre que se están reproduciendo, terriblemente, como draculinas matinales.
Dinoflageladas andan las huestes naranjas locales, tras el anuncio amenazante de Vox de plantearse una moción de censura, en el Ayuntamiento de Granada, a puerta gayola. Ya advertí -no como adivino, sino por sentido común- que está situación, misteriosamente, podría ocurrir en cualquier momento y con diversas variables.
Ahora Vox, que se ha caracterizado como el 'macho alfa' de la política actual tiene, entre sus mentes preclaras a una fémina que habla claro y alto capaz de dejar en ridículo, sin el más mínimo recato y con verbo ágil, a los ajenos y a los más próximos. Ella es, Macarena Olona, diputada por Granada que, con acento vascuence, navega en las cercanas decisiones del líder, Abascal.
En la Granada misteriosa, podría ocurrir -es solo una hipótesis en el contexto de la actual perturbación política- que el PSOE presentase una moción de censura y con la ayuda de los extremados de uno y otro signo, por arte de birlibirloque, desalojaran del Consistorio a los dinoflagelados, e inestables cooperantes, por la graciosa burla y burda 'nacionalcromática' de los dioses del putiferio político.
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