El misterio del papel higiénico
Entre el miedo, el pánico y la histeria de estos días aparecen esas procesiones de portadores de rollos, a las que nadie encuentra sentido
Esteban de las Heras
Domingo, 15 de marzo 2020, 03:14
Nos dijeron que éramos portadores de valores eternos, luego nos aseguraron que éramos dueños de nuestro destino, ayer nos consideraban hipotéticos acarreadores de virus letales ... y hoy vamos camino de mercadear 'en negro' con rollos de papel higiénico. 'Sic transit gloria mundi', que decía el clásico. Estamos como aquel banderillero de Juan Belmonte que llegó a gobernador civil «degenerando». Si nos pillan por la calle sin nada que hacer podrían tratarnos de presuntos delincuentes. Lo mejor del coronavirus es que nos ha mostrado a un presidente del Gobierno noqueado, con cara de cordero degollado, diciendo aquello de «haremos lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta»; una frase que parece sacada de una película de los hermanos Marx y que no la mejora ni Woody Allen. Ojalá este revés le sirva al doctor Pedro para entender que gobernar no consiste solo en cambiar el colchón de Moncloa.
Desde la distancia del obligado aislamiento asistíamos hace unos días a los reiterados tocamientos de nariz, boca y cara del ministro de Sanidad, Salvador Illa, durante su comparecencia televisiva para informarnos del Covid-19. Uno se pregunta qué maldad hemos hecho para merecernos que este individuo esté al frente del ministerio. Si nos están diciendo que es peligroso tocarse las narices, ¿no está mostrando su máximo nivel de incompetencia? Mejor, olvidar la imagen. El encierro impuesto nos permite también oír el atronador silencio que ha seguido al griterío del «chocho de marzo», como se leía en una de las pancartas exhibidas con orgullo el pasado domingo. Y uno se vuelve a preguntar por qué han enmudecido de repente, o por qué ha desaparecido de los telediarios la vicepresidenta Calvo, una mujer que no se ha bajado del pedestal de la fama desde que inauguró los váteres de la Alhambra. Lenguas viperinas dicen que apostó por no suspender la manifestación morada, cuando se conocían ya los peligros del contagio, y anda ahora agazapada en su madriguera. No es la hora de buscar culpables, pero sí de señalar a incompetentes, porque así, «degenerando, degenerando», como el banderillero Joaquín Miranda, ya estamos en estado de alerta y desempolvando a Oswald Spengler con su 'pelotón de soldados' para que nos saque del atolladero. Mientras tanto, los médicos y todo el personal sanitario se están batiendo el cobre para poner un poco de sensatez entre tanto botarate. Mi aplauso para ellos.
En fin, que al alcalde de Granada le vino la inspiración divina el viernes y suspendió el copetín previsto para presentar este lunes la imagen de 'Granada2031' como ciudad candidata a la capitalidad europea de la Cultura, lo que hubiera sido objeto de ludibrio y cachondeo, tanto o más que esas procesiones de portadores de papel higiénico, a las que asistimos a diario. Parecen miembros de una extraña secta preparando secretos conjuros antivirales alrededor del tafanario, ese 'manojo de llaves' que hace a muchas molduras, al que algunos llaman cofre para darle cerradura, como decía del culo aquel poeta cegato, gamberro y cojo, apellidado Quevedo.
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