En defensa de Ernesto Páramo
Miguel Ríos
Miércoles, 29 de enero 2025, 23:03
Llevo unos días preocupado por un amigo. Es una de las personas más entusiasta y desprendida que conozco. Un enamorado de la ciencia y su ... divulgación, que cayó por Granada en el tiempo dulce de los ochenta, cuando creíamos que la educación pública, la modernidad y la cultura nos igualaría con las ciudades de la vanguardia patria. Lo conocí entonces. Su inquietud le había traído de su Galicia natal a una experiencia educativa novedosa en nuestra tierra llamada Granja Escuela Huerto Alegre. Una cooperativa en la que se enrolaron un puñado de jóvenes, entre ellos mi sobrino Manolo Chirosa, que profesaban amor por la educación, la ciencia y la naturaleza. Un par de veranos, mi hija Lúa los pasó en ese ambiente idílico del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, donde adquirió su respeto por el medio ambiente y la defensa de la vida animal.
Mi amigo me contagió su entusiasmo por un proyecto que parecía un sueño. Su tenacidad y la claridad con que desarrolló su proyecto era tan ilusionante que convenció a las fuerzas políticas del momento para llevarlo a cabo. El experimento tuvo tanto éxito que pudo seguir desarrollando lo que se convirtió en uno de los Museos de Ciencia más interactivo de España. Con cada ampliación fue creando un grupo de desinteresados amigos duchos en diferentes disciplinas, a los que nos iba invitando a seguir el desarrollo de la obra que, ante mi asombro, se estaba convirtiendo en un hito dentro del panorama museístico en España y mucho más allá de nuestras fronteras.
El mapa del éxito del Parque de las Ciencias, ahora de Andalucía-Granada, es de todos conocido, al mismo tiempo que Ernesto Páramo fue adquiriendo fama en Europa al idear y producir exposiciones que pasearon el nombre del Parque y de Granada por alguno de sus museos de ciencia más renombrados. Y en esto, llegó el burofax. No es mi intención hacer un laudatio de Ernesto Páramo. Excedería el espacio de este texto. Mi intención es llamar la atención de las autoridades locales, provinciales y autonómicas. Y, ya de paso, a los formadores de opinión. Granada se está preparando para una de sus pruebas más ilusionantes y difíciles de las últimas décadas: optar a ser Capital Cultural Europea en 2031. En esta tarea no sobra nadie. Y menos Ernesto Páramo y sus colaboradores, tan desairada, abrupta y poco elegantemente despedidos de su altruista asesoría del Parque que ellos crearon.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión