El 'se'
Miguel Arnas Coronado
Miércoles, 14 de mayo 2025, 23:33
Ya sé, con acento, que, según la RAE existen muchas modalidades del pronombre personal se. Las reduciré, por comodidad, a dos: reflexivo e impersonal. Cuando ... decimos «se comenta», «se asegura», estamos utilizando el modo impersonal. En ocasiones ese uso es una maldición. Tengo unos vecinos –falso, claro, me lo invento– con sus peculiaridades: todos somos raros, usted, lector, es raro respecto a mí, y yo soy raro respecto a usted; ¿por qué?, porque todos somos diferentes, gracias a Dios, o a lo que sea. Fui a hacerles una visita de cortesía como recién llegados a la vecindad. No imaginaba las consecuencias. Tardaron mucho en abrir; pensé que no estaban. Me mostraron la casa: no había muebles de cocina. Pasaron de largo, como si el asunto fuese normal. Se me ocurrió preguntar si esperaban al instalador, pues observé que el resto de mobiliario era completo e impecable, todo muy ordenado; ya había visto el transporte de enseres, incluidos esos muebles de cocina ahora invisibles. La hemos retirado, me respondieron, para que no SE vea –es sabido que la literatura es exageración, léase el Quijote–, nunca SE sabe quién puede aparecer por casa. Me quedé ojiplático. Yo era uno de los que apareció por sorpresa, y los pasteles que les llevé, también como cortesía, habían desaparecido, sospecho que debajo de la cama. Para que no SE vean.
Estos 'se' impersonales no pueden ser reflexivos, como ocurre en «se comió». También sé que la palabra 'reflexivo' tiene aquí el sentido que aclara la RAE en Internet: «Dicho de un pronombre personal: Que tiene como antecedente otro argumento del mismo predicado», pero se me antoja relacionarla con el verbo reflexionar. Creo que las personas pensamos y sentimos. Hay quien piensa mucho y siente poco, y viceversa, quien siente mucho y piensa poco. De estos últimos puede decirse que se mueven por prejuicios, aceptan lo dado. El 'se' de «Se dice, Se habla», pertenece a esa categoría no pensada sino sentida. Le tenemos pánico al SE, al qué dirán, al chismorreo o crítica que puedan hacernos. En los pueblos, el fenómeno se multiplica; en 'La casa de Bernarda Alba' queda meridianamente claro: la maldición más demoníaca es que te juzguen, te critiquen, estés en boca. El qué dirán es peor que el sentimiento de culpa por lo pecaminoso: ante los otros estamos en cueros: hay que cubrirse. Que nada «SE sepa», que nada «Se trasluzca», ¡persianas cerradas!
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