Migrante, emigrante e inmigrante, ¿significan lo mismo?
Tribuna ·
La palabra 'migrante' engloba a emigrantes e inmigrantes y es el vocablo más general para referirse a toda aquella persona que abandona el lugar en que habita o llega a otro destino para establecerse en élAntonio Ubago
Domingo, 3 de enero 2021, 22:32
Ha aumentado en los últimos años en generoso porcentaje el uso del término 'migrante', mucho más en la tele que en los periódicos, cuando no ... hace tanto tiempo prácticamente era insólito su empleo. El cambio fue repentino y bastante globalizado. Pareciera que este indiscriminado empecinamiento de algunos por este nuevo fervoroso empleo y la fulminante desaparición del término 'inmigrantes' llevara aparejada otras intenciones para los artífices de este repentino cambio de uso, junto al desconocimiento de los registros de nuestra lengua. Tales innovadores abominarán en extremo de la mítica canción de Juanito Valderrama 'El emigrante', que tanto emocionó, o del recuerdo afectivo de aquellos pioneros emigrantes a la Alemania de los sesenta, de tanto significado para nosotros, cuyo vocablo han suplantado.
Puntualicemos, de entrada. La palabra 'migrante' engloba a emigrantes e inmigrantes y es el vocablo más general para referirse a toda aquella persona que abandona el lugar en que habita o llega a otro destino para establecerse en él. Con motivo de los flujos migratorios que afectan en la actualidad a millones de personas en todo el mundo, en los medios de comunicación ha surgido la duda sobre la palabra que conviene emplear para referirse a todas ellas de manera general. A este respecto, cabe señalar que el sustantivo 'emigrante' pone el foco en la persona que abandona su hogar, mientras que 'inmigrante' hace referencia a esa misma persona, pero desde la perspectiva de quien ya ha llegado a su nuevo destino para radicarse en él.
¿Por qué, cabe preguntarse, se utiliza últimamente más migrante en el caso de inmigrante? Varias justificaciones confluyen en este uso. Hay una tendencia por generalizar, una moda por no insistir en ambos casos, emigración e inmigración, en el cariz peyorativo que pueden presentar. Estos cambios de vocabulario, tan repentinos y acordados, no son accidentales, responden a una estrategia precisa para un cambio de mentalidad. Cambiar el lenguaje es cambiar el modo en que pensamos e 'inmigrante' es una palabra cargada de connotaciones negativas mientras que 'migrante' parece más neutra. La razón vendría impulsada por esa hiriente búsqueda de un lenguaje políticamente correcto tan osado y tan interesado; pensemos, si no, en la fulgurante irrupción del grotesco y lamentablemente arraigado sintagma de la 'violencia de género'. También estos términos hacen referencia a un lugar concreto (que abandonamos o al que llegamos), mientras 'migrante' es universal, podemos utilizarlo para referirnos a la misma persona en el lugar de salida, el de llegada o en otro; se trata, según sus entusiastas, de una palabra más ajustada para hablar de forma más objetiva y globalizada de los tan frecuentes fenómenos migratorios.
Con este planteamiento tenemos pérdidas significativas. En primer lugar desde el punto de vista estricto de las funciones del lenguaje, perdemos precisión; si oigo hablar en el Telediario de 'migrantes españoles', la expresión no me permite saber si estamos hablando de unas u otras situaciones. Por otra parte, al eliminar la precisión del 'in' (o del e) 'migrante', suprimimos el carácter dramático de la situación de las personas a las que nos referimos. Quien emigra se sabe emigrante y lo que eso significa; y la misma palabra cualifica y colora emocionalmente a quienes la escuchamos. La expresión 'migrante' acaba con esa cualidad moral, dramática, personal o afectiva. Lo mismo cabe decir del 'inmigrante'. Recibir a un 'migrante' –de quien no sabemos de dónde viene ni a dónde va– no puede hacerse con la misma altura moral que recibir a un 'inmigrante', de quien sabemos que desea quedarse aquí, al menos por algún tiempo, tal vez para hacer de la nuestra su nueva patria, o con las esperanza de retornar al lugar del que emigró.
También esto se pierde con la palabra 'migrante', precisamente por ser una palabra neutra, universal, carente de encarnación en un lugar y tiempo preciso, el del protagonista al que mentamos ella. Emigrar e inmigrar son acciones cargadas de lugares pasados, presentes y futuros. El hipotético día en el que alguien deje de saberse 'emigrante' para considerarse neutralmente 'migrante', habrá perdido la noción de exiliado, ese dolor sin el que quedaría sin patria ni origen.
Al perder precisión con este término en boga de 'migrante' para describir el drama humano, perdemos de vista esa tragedia existencial. Un lenguaje indoloro para anestesiarnos se ha establecido, una vacuna contra la realidad. Así perdemos de vista nuestra propia condición, esencialmente dramática. Si el término 'inmigrante' tiene connotaciones negativas, luchemos contras esas circunstancias y atendamos, más bien, a la realización moral que esa condición nos exige. No perdamos de vista el drama de esa realidad objetiva.
La prensa, con precisión en los términos, informa del ingente número de inmigrantes llegados a Canarias fundamentalmente desde Mauritania en los últimos días y ofrece el testimonio de algunos de ellos que acaban regresando a su país de origen, asegurando que jamás volverían a coger un cayuco; no es oro todo lo que reluce.
Si usamos 'migrante' porque es una palabra más universal, usémosla cuando debamos referirnos a fenómenos generales, no cualificados ni encarnados. Pero si podemos personificar nuestras palabras sin perder precisión sino ganándola, usemos el vocablo que corresponda; esa exactitud conceptual está a nuestro alcance. Son muchos los expertos que indican que pese a que el vocablo 'migrante' puede utilizarse en todas las situaciones, es preferible el uso de cada término al resultar mucho más específico y cualificado para hacer referencia a cada situación del migrante.
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