Miércoles de ceniza
En el Evangelio, Jesús hace una relectura de las tres obras de misericordia recogidas en la ley de Moisés: Limosna, oración y ayuno. Con el transcurso del tiempo, por la debilidad humana, estas prescripciones llegaron a ser un formalismo externo, incluso esgrimido como un modo de superioridad moral
urbano alonso del campo, o. P.
Martes, 25 de febrero 2020, 22:24
Para muchos, el tiempo cuaresmal evoca cierta tristeza, el tono gris de la vida. En esta falsa clave leen algunos el sugerente rito de la ... imposición de la ceniza. Sin embargo, este precioso signo nos invita a orientar nuestro corazón hacia el horizonte de la Gracia.
La Cuaresma que comienza el Miércoles de ceniza es un tiempo fuerte, lleno de significado y de dones. Es un itinerario hacia la Pascua. Las lecturas que la Iglesia nos regala en esta celebración no cambian según el año litúrgico. Nos remiten a la conversión de un modo reiterativo año tras año. La primera lectura apela a una misericordia regeneradora, capaz de arrancar de nuestros corazones las conversiones superficiales y transitorias, para entregarnos la alegría de la salvación. El profeta Joel ordena crear un ambiente penitencial propicio: el toque de trompeta, la convocatoria de la asamblea… No constituyen un modo amenazador de suscitar miedo por el pecado, sino una manera de despertar la conciencia a la verdadera vida. Hace presente la promesa de que algo mucho mejor está por venir.
La exhortación a convertirnos no nos abandona a nuestras propias fuerzas, sino que desde el principio ofrece la compañía de la Iglesia. Si nos hace volver el rostro a nuestras deficiencias y pecados es solo para anticiparnos el perdón. Este es el objeto de la segunda lectura, en la que el apóstol Pablo ruega: «Dejaos reconciliar con Dios». Es como pedirnos que nos dejemos de abrazar, que permitamos que Alguien nos ame con un amor infinito e incondicional.
En el Evangelio, Jesús hace una relectura de las tres obras de misericordia recogidas en la ley de Moisés: Limosna, oración y ayuno. Con el transcurso del tiempo, por la debilidad humana, estas prescripciones llegaron a ser un formalismo externo, incluso esgrimido como un modo de superioridad moral. Jesús desvela la tentación común a estas tres obras, buscar el aplauso. Sin embargo, el corazón del hombre no está hecho para satisfacerse con su ego; al contrario, esto solo produce encerrarse en sí mismo, y al mismo tiempo, una desazón continua por 'dar la talla' ante los demás.
Sin embargo cuando estas obras no se viven como una pesada carga impuesta por un duro legislador, se descubre su verdadero significado. Jesús las muestra como el camino enseñado por Dios mismo, que viene a liberarnos de nuestro yugo. En la mayoría de las ocasiones nuestra vida es el único Evangelio que los hombres de hoy todavía leen. Hacer carne en nosotros estas obras de misericordia hace nuestra vida más preciosa, no sólo para nosotros, sino también para quienes se alimentan de las migajas que caen de nuestra mesa. Nuestra limosna, oración y ayuno (no solo de la comida, sino de la comodidad, del sueño, de las compañías que no tienen el mismo espíritu…), no son para construirnos, sino para que puedan nutrirse aquellos que no pueden pagarnos.
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